El diario plural del Zulia

Editorial Versión Final | Calvani, el gran canciller del humanismo Cristiano

El caos de la política venezolana suele oscurecer la memoria sobre figuras importantes, notables que hicieron historia y marcaron hitos en el continente como Arístides Calvani, el gran canciller de la democracia venezolana.

Hoy lo recordamos al cumplirse 37 años de su trágico fallecimiento (18 de enero de 1986) en un accidente aéreo al norte de Guatemala. Su muerte ese día sería casi absoluta de no ser por el legado intelectual y social que dejó a Venezuela y Centroamérica.

Su esposa Adela Abbo Fontana, quien lo acompañó permanentemente en sus luchas sociales liderando programas y prefigurando ideas y planes de acción para sectores desfavorecidos en todo el país como titular de gobierno en 1969, y sus dos hijas María Elena y Graciela también perecieron en ese instante del que no hubo claridad en investigaciones ni resultados.

Aún, al día de hoy, existen teorías que plantean un posible atentado orquestado por guerrillas marxistas, y otras que vinculan a sectores de las derechas radicales de ese entonces.

Calvani es uno de esos referentes monolíticos, formado como católico cristiano que llegó por esa misma convicción de fe a la política venezolana para establecer su nombre como uno de los diplomáticos más efectivos intelectual y espiritualmente.

Su vocación temprana le marcó el camino social y entendió que la arena política era su lugar para transformar escenarios críticos en oportunidades. Las desigualdades le atormentaban y enfiló todo su intelecto en construir planes, rutas y proyectos formativos para cerrar esas brechas que crecían, primero como abogado apegado a los valores humanistas con una posición independiente, y luego en diputaciones nacionales y el Congreso con el Partido Socialcristiano COPEI.

Fue un hombre que hizo confluir en su accionar el derecho del trabajo y el derecho de la familia, dos pilares en toda su trayectoria que vendrían a levantar una brillante carrera en la docencia de Derecho en la Universidad Central de Venezuela (UCV) y la Universidad Católica Andrés Bello (Ucab).

Esa misma tentativa lo llevó a crear importantes labores formativas para trabajadores y sindicatos en todo el país que para quien no lo conociera sonaría a socialismo blando, pero nada más lejano. Calvani buscaba equilibrio y preparación a la vez que destacaba abiertamente el papel de la empresa como actor social.

Su proyección en el ámbito de los trabajadores fue de tal calibre que representó a Venezuela en la Central Latinoamericana de Trabajadores y fungió como Secretario General de la Organización Demócrata Cristiana de América.

Cuando todos esperaban que su experiencia fuese puesta en marcha en la cartera de Trabajo de la primera Presidencia de Rafael Caldera (1968-1973) hubo sorpresa. Calvani sería nombrado Canciller y el despegue fue aún más rápido al construir un argumentario y planes de acción en defensa de la democracia en América Latina y combate a los regímenes totalitarios que buscaban conflicto y destrucción, y las guerrillas marxistas. Fue la época de mayor democratización del continente americano.

En Zulia, por ejemplo, contó con Guillermo Yépez Boscán, gran aliado en su expansión de los valores demócrata-cristianos junto con los miembros fundadores del Instituto de Formación de Estudios Sociales (IRFES), entre quienes destacaban la familia Altimari, Chumaceiro, el constitucionalista Rafaél Díaz Blanco y un gran equipo de jóvenes emblemáticos de la lucha por la salvaguarda de la democracia en el continente liderado por Sergio Urdaneta.

Todos ellos respondían al llamado de Calvani a la unidad e integración de región: “Hablamos mucho en América Latina acerca de los vínculos que nos unen, de lengua, tradición, historia; pero son pocos los que luchan decididamente por obtener que este sueño se convierta en realidad. Pensar que pudiera serlo de una sola vez es utópico. Por eso, quienes luchan en forma concreta por ir realizando paulatinamente este sueño merecen todo nuestro apoyo y toda nuestra simpatía.”

Este humanista nacido en Trinidad y Tobago, amante del paso doble negociaba duro y pujaba siempre por salidas democráticas y por la paz de Centroamérica. Sabía que toda la región debía estar amparada en un Estado de derecho protector de la vida y las libertades, y que esa era la fórmula para el desarrollo y la estabilidad.

No tenía reparos en decir: “A Venezuela se la va a reconocer más por exportar democracia que petróleo o tener mujeres bellas”. Era su objetivo primario, nada fácil.

Hoy ese sueño de Calvani ha sido enterrado bajo las cenizas por la colonización del comunismo en muchos países de la región. Hoy, al contrario de ello, ayudamos a exportar el modelo cubano y sus estelas soviéticas de dominación y destrucción.

Carlos Alaimo

Presidente Editor

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