El diario plural del Zulia

Editorial: ¿Negociación o transición?, siempre hay un final

La Unión Soviética se derrumbó. Casi 70 años de un poder impresionante que modificó el orden mundial, tuvieron su fin. Eso por nombrar un referente reciente de nuestra historia.

Pero hay uno muy particular: el régimen de los Duvalier en Haití. Casi 30 años de un mandato conjunto de padre e hijo configurado en una máquina de violencia, hambre y corrupción.

Los datos sugieren que se mantuvieron incólumes apoyados también  desde Washington como para que la isla no fuese inoculada por el bloque soviético, como había pasado con Cuba.

“Papa Doc” como se le conocía a François Duvalier era tan astuto como grosero en su afán de instaurarse como figura salvadora y única, como “Presidente Vitalicio”. Duró 14 años en el poder, empobreció hasta a la muerte a los haitianos, sometió a la censura a empresas e implementó una férrea persecución política a adversarios. A los pueblos de haití les legó los “Tonton Macoutes” las milicias del terror.

Así configuró su régimen para pasarlo luego a su hijo Jean Claude. Otro nefasto más, corrupto hasta la médula, y que terminaría de imprimir aún más dolor a Haití hasta 1986.

Ese fue el final.

El hambre y la desesperación era tanta que se rompieron los diques del miedo.   

La gente salió a las calles, hubo una revuelta popular que no amainó. El poder de la dinastía se venía abajo como un castillo de naipes. Fueron varios días de estallidos sociales, como en cadena. Los apoyos se cerraron, externos e internos.

Quedaron solos. Hicieron, eso sí, sus últimos saqueos del Banco Central, pero ya nadie les quedaba que fuera leal. Corrieron al aeropuerto el 7 de febrero de 1986, tomaron un avión y llegó el final de esa época.

Hace 10 años este diario anunciaba ese futuro oscuro que hoy vive nuestra nación y, son los indicadores socios económicos de hambre e indignos a la par de Haití.

En Haití el poder se pasó de padre a hijo político, en Venezuela de un padre a un hijo político y vamos por un cuarto de siglo. Al menos en fragmentos suele parecerse mucho al momento que vive Venezuela. Un cuadro muy similar. Hambre y desesperación y un Gobierno que quiere ser vitalicio. El mundo en ese entonces negoció una salida para los Duvalier, hoy debe contribuir a una salida para los líderes del modelo político instaurado en Venezuela.

Sin apoyos, cada vez más aislado de la comunidad democrática mundial, y que solo ejecuta la violencia como método para permanecer en el poder.

Allí están, a pocos días de una elección presidencial, bloqueando la democracia, acelerando leyes para perseguir y encarcelar a más venezolanos por opinar y o hasta organizarse. Lanzando fuerzas policiales corruptas para sembrar el miedo.

Pero no terminan de darse cuenta de que todo, y más aún los regímenes del terror y el hambre, siempre tienen un final.

Cuando toman el micrófono es solo para amenazar.

Pero en Venezuela la gente está rompiendo los diques del miedo también.

Las colas para registrarse en el CNE y combatir en la ruta electoral son enormes. Y eso con todas las limitaciones que imponen.

La gente, con nombre y apellidos, habla en redes, en esos mundos desde donde nacen también movimientos y organización.. No buscan el anonimato.

Los venezolanos inundan las calles allá donde está María Corina Machado, la líder de la oposición.

Hay un movimiento cívico que está estremeciendo a Miraflores y aún así se niegan a la transición.

Ellos lo saben y están desesperados por aplacarlo.

Pero todo indica que ya no hay miedo.

Ese es el riesgo de quitarle todo a un pueblo entero.

Cuando ha perdido todo, ya nada tiene que temer. Y así llegan los finales de las épocas.

No esperemos una implosión social, hoy Venezuela envía un llamado al mundo que permitan una salida política negociada que permita un cambio político con el menor daño colateral posible.

 

Carlos Alaimo

Presidente-Editor

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