El diario plural del Zulia

Tres perspectivas de Maracaibo

«Todos los días veo una ciudad distinta»

Una ciudad caminable, de colores claros y contrastes temporales son las características de la Maracaibo ideal para un joven arquitecto local que dedica sus días a redescubrir el patrimonio arquitectónico para la comunidad virtual y para la real

Intro Maracaibo fue primero Introducción a la Arquitectura, la materia en la que Andrés Medrano era preparador cuando estudiaba en la Universidad Rafael Urdaneta (URU). Desde esa experiencia, identificó que no se puede ser un arquitecto si no se sabe dónde queda La Limpia, pues en los cursos que solía atender notaba que el alumnado desconocía gran parte del patrimonio arquitectónico que desde niño admiró por los relatos de su abuelo.

Medrano tiene 23 años. De esos, tres han sido dedicados a @Intro_Mcbo, la cuenta de arquitectura de Maracaibo más seguida en Instagram. En su perfil se acumulan cerca de 42 mil seguidores de sus más de cuatro mil publicaciones.

Habla de «nosotros», pero realmente está solo. Maneja la cuenta, la nutre de los contenidos creados por él, incluidas las fotografías e infografías que alcanzan una media de 500 ‘Me gusta’. «Empezó como un hobby y se convirtió en mi proyecto de vida».

Cuenta que busca constantemente en la ciudad elementos que sean de interés del marabino para mostrar la historia de los fantasmas arquitectónicos de la localidad. Es una tarea que ha hecho con lugares como el Aula Magna del Zulia, una obra con 26 años de retraso en su culminación. También ha recorrido la construcción paralizada del Museo Infantil de Maracaibo, cerca de la cabecera occidental del puente General Rafael Urdaneta y el Hospital Madre Rafols en la Circunvalación 2.

Datos ancestrales

El joven arquitecto narra los cuentos de las estructuras patrimoniales con la misma seguridad de quien hubiera vivido en primera persona sus construcciones. Conoce los datos originarios: la callecita detrás del monumento a La Chinita en el Paseo Ciencias es la avenida 10 El Milagro, y fue nombrada así mucho antes que la avenida 2. «¿Cómo podemos valorar la ciudad que tenemos si no valoramos la que tuvimos?».

Desde el proyecto de @Intro_Mcbo, Medrano impulsa las llamadas Rutas Patrimoniales que son paseos guiados en el casco histórico de la ciudad. Tras cada recorrido, se interna en los detalles de las edificaciones de ese asentamiento antiguo de Maracaibo. Para él y para las personas guiadas el impacto más grande siempre lo causa el templo San Felipe Neri, declarado en 1960 Patrimonio Histórico Nacional y enclavado entre los tarantines, la basura, el ruido y la indiferencia de la plaza Baralt. «Es una joya escondida que la gente desconoce que está ahí porque no hay forma de entrarle. Su condición actual debería ser una vergüenza para todos».

Contrastes temporales

Se para en la esquina de La Casa de Morales o de La Capitulación y nota los trabajos que algunos obreros hacen en las caminerías de la plaza Bolívar. Explica que están desterrando décadas de historia con el cambio de las baldosas de cemento pintado que estaban antes y que hacían ver la plaza mucho más decorada. Toma una fotografía y tras publicarla en Instagram desata los comentarios de quienes él denomina «héroes anónimos»; son seguidores que compilan gran cantidad de datos y vivencias que las van compartiendo por sorbos. Estos explican que en la ciudad no hay criterios para restaurar, si no que se confunde esta acción con la de remodelar. Así van acabando con la historia local.

La ciudad no imagina, según el arquitecto, lo que hay tras los puestos de los buhoneros de la plaza Baralt. Narra que las edificaciones, aunque deterioradas, tienen sus ornamentos intactos y que subirse a los balcones del Hotel Victoria o del Tito Abbo resulta una experiencia propia de los años dorados de estas construcciones. «Cuando esto sea visible para el resto del país y del mundo, aquí mucha gente va a experimentar sensaciones alucinantes».

Mientras tanto, Medrano redescubre la arquitectura de la ciudad cada vez que la ve. Confiesa que siempre la vive diferente, y eso le da muchas versiones de Maracaibo, sobre todo cuando se le junta en el camino un edificio viejo frente a uno nuevo. «Tengo todo en una misma calle. Todos los días veo una ciudad distinta».

«Maracaibo es esa chama que no sabe lo bonita que es»

Ernesto Pérez es @revistanow en Instagram. Retrata lo lindo de la ciudad, oculto en el caos cotidiano

Maracaibo, su calle y su gente. La arquitectura estropeada, los edificios viejos abandonados por los entes públicos e invadidos por quienes no tienen techo. Los indigentes, los buhoneros. Los tarantines improvisados en el Callejón de los Pobres. Las frutas brillantes debajo del sol. Los coloridos buses con pasajeros asfixiados por el calor. Estas son las circunstancias que capta @revistanow con su lente. «Para mí, Maracaibo es esa chama que no sabe que es bonita y todo el mundo, probablemente, le diga que es fea, y uno trata de buscarle esa parte que nadie ve».

Ernesto Pérez es la persona detrás del usuario en Instagram que alcanza los 56 mil y tantos seguidores. No es periodista ni tiene un título universitario, pero ha decidido ser «fotógrafo de calle» y ese registro de lo cotidiano, de lo caótico o de lo sublime le ha dado la solidez de un fotógrafo profesional y reconocido.
Ha asumido la tarea de registrar con su cámara una cara poco valorada de Maracaibo, la misma que captara la atención internacional y le abriera las puertas a la difusión de su trabajo. «Instagram me contactó porque les gustaban las fotos de los buses. Ese era el gancho».

En la inauguración de Instagram en español, el fotógrafo concedió una entrevista telefónica a David Quen, de México, la cual publicaron en Instagram Official e Instagram Latinoamérica. Para @revistanow fue una alegría, porque se estaba conociendo Maracaibo a través de sus fotografías.

Lo irreal de la ciudad

Lo que lo motiva a recorrer el Centro a diario no es mostrar una urbe «bonita» y maquillada para el turismo, al contrario: fotografiar un lado de ella que muchos ignoran y aspira crear conciencia sobre las realidades paralelas que se viven en Maracaibo. «Mi trabajo es ponerlo ahí para que entiendas lo que pasa».

Con sensibilidad artística y humana capta la ciudad diurna que palpita y sobrevive sofocada por el intenso sol en sus actividades cotidianas, y la ciudad nocturna que, al caer el sol, se convierte en un espacio casi fantasma, donde comienza el secreto movimiento de los burdeles, las prostitutas y las «madame».

«Después de las 6:00 muere todo. Yo vengo mucho a las seis al Callejón (…) porque tú entras al Callejón en la mañana y ves ese desastre y después en la noche no hay nada. De hecho, una de las fotos que más me gusta a mí es la del Callejón vacío de noche cuando todo está ordenado».

Sin predisposiciones

@revistanow no planifica cuáles serán sus próximas fotografías, simplemente espera a que ese «instante perfecto» ocurra: una niña asomada en la ventanilla de un bus, un pescador del Lago en plena faena, un charco de lluvia que refleje la Basílica o el pasar de la gente en la avenida Libertador.

Se emociona al hablar del casco histórico. Le atraen las edificaciones antiguas de la plaza Baralt como el Tito Abbo, el Hotel Victoria y la antigua Botica Nueva. No obstante, la relación que mantiene con la ciudad no deja de estar marcada por la tristeza ante el abandono de un patrimonio arquitectónico como el edificio de la Botica Nueva que lo han convertido en un depósito de tarantines. «A mí me da tristeza llegar al antiguo edificio de la Botica Nueva con esa vista increíble y que no funcione absolutamente nada. La planta baja es donde guardan los carritos del Centro, el primer piso hacen los maniquíes y de ahí para arriba no hacen nada».

 

«Con más calor que’l carajo, pero es el paraíso»

El muralista Andres Eloy Jiménez, «Loloy», más que pintar las paredes de la ciudad, lleva consigo la esencia de lo marabino

Maracaibo, para él, es «un paraíso, con más calor que’l carajo, pero es un paraíso. Lo mejor del mundo».
«Loloy», arquitecto, pintor y muralista, lleva esta ciudad en el hablar, en sus chistes, en sus respuestas rápidas, en sus muecas.

Maracaibo, en él, es siempre una anécdota o un dato histórico, una palabra bonita.

—¿Te gusta ser maracucho?
—Bah, puej… Yo como que me crié en Berlín. No veis mi acento de Bavaria.

—¿Te identificáis con Maracaibo?
—¡Claro, muchacha! yo adoro esta tierra. Digo como decía mi abuelo: «Yo soy máj de aquí que el plátano verde». Mis padres y mi familia son maracuchos.

Su papá fue Roberto Jiménez Maggiolo, médico, profesor universitario, político, escritor, pintor. Su mamá, María «Ama» Finol, es filósofa y profesora jubilada de la Universidad del Zulia (LUZ). Su abuelo materno fue Ramiro Finol, químico y farmacéutico que creó la tinta indeleble, utilizada en los comicios electorales y fue el pionero en incluirle flúor a la pasta dental.

—Magináte que esa tinta la han usado en Rusia, en Alemania, en México, en Perú… en un mollejero ‘e países. Mi abuelo una vez me contó que se le querían robar los créditos. Entonces, él envío pa’ un concurso que abrieron una tinta suya, pero le puso un seudónimo. Cuando las compararon, se dieron cuenta de que tenían la misma composición química. Era la mijmita.

—Vos sois un acervo histórico regional caminante…
—Claro, vos te creéis que qué… No, mentira. Lo que sé es porque andaba pega’o a la pata ‘e mi padre. A mí me gusta mucho la historia y la historia nuestra. Aquí en Maracaibo, en el Zulia, se han hecho muchas cosas buenas y ha tenido mucha gente buena (…) Ve, (Humberto) Fernández Morán es uno. Mi papá fue presidente de la comisión para el Premio Nobel que le iban a otorgar a Fernández Morán. Yo también estaba en esa comisión, pero no por científico, sino porque era el único que hablaba inglés y fui intérprete. Nosotros nos fuimos a Delavan, un pueblito al norte de Chicago (Estados Unidos), donde en un depósito estaban algunas cosas de Fernández Morán, incluso, un microscopio electrónico. Todo eso nos lo trajimos pa’ acá mi papá y yo. Eso estuvo tiempo en el Puerto de Maracaibo porque se necesitaban unos permisos pa’ sacarlo hasta que por fin se logró y se llevó todo ese poco ‘e cosas pa’ la Universidad del Zulia. Allá les cayó hongos, comején… no sé… y como que se perdieron un poco ‘e vainas.

—¿Cual ha sido el aporte más importante que le habéis dado a Maracaibo?
—Yo creo que es el mural que pinté frente al Palacio episcopal, allá en el Centro ya pa’l Milagro. Fue en el 85 pa’ la venida del Papa Juan Pablo II. Ese, pa’ entonces, era el mural más largo del mundo: medía 12 metros (de largo) por siete (de alto). Lo pinté monta’o en una grúa de Enelven. Tuve tres días monta’o y el primer día en la tarde ya estaba marea’o. Un amigo mío me dijo que lo llevara, que él me ayudaba. Lo que le di fue un pincel seco. Y en la grabación sale él pintando… (Risas). Ajá, seriedá, puej. Yo pinté eso y el monseñor Roberto Lückert me dice: «Mañana veníte pa’ que desayunéis con el Papa y nosotros en el Palacio». Y yo estaba tan cansa’o que me quedé dormío y no llegué. Hubiera desayuna’o con Juan Pablo II.

— ¿Sois católico?, ¿veneráis a La Chinita?
— Soy, como es que le dicen... eh, agnóstico. Como dicen por ahí: «Tú no puedes asegurarme que Dios existe, pero yo tampoco puedo negártelo». Pero Juan Pablo II me inspiraba ternura, dulzura.

—¿Te gusta la gaita?
—Claro, yo toqué la tambora en el grupo de gaitas del liceo (colegio Los Maristas –Nuestra Señora de Chiquinquirá–). Mirá, a un compañero mío que tocaba la charrasca le dijeron que pa’ poder entrar tenía que hacer una prueba. Adiviná cuál era la pruebita: tocar La cabra mocha, leyendo una partitura. ¡Mialma!, ¿y quién toca en charrasca La cabra mocha con partituras, dioj?

—¿Con cuál color definirías Maracaibo?
—El anaranjado define a Maracaibo: los atardeceres anaranjados, la pepa ‘e sol.

—¿Bebéis (licor)?
—Lo necesario. No me gustan los «chous» de borracho. Magináte que mi primera cerveza me la tomé a los 33 años, la “edá de Cristo”.

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El presente reportaje pertenece a la cuarta edición de la revista cultural Tinta Libre, publicada el 2 de septiembre de 2016.

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