El diario plural del Zulia

El buen amor de María Elena Ramos

La expresidenta del museo de Bellas Artes de Caracas cura el arte desde lo formativo. Como coordinadora docente del ciclo de conferencias Discusiones, lleva las expresiones artísticas venezolanas y sus representantes hasta la interlocución crítica en distintos lugares de la nación.

Entra al salón con el ímpetu que debió ganar para asumir durante 12 años el museo de Bellas Artes de Caracas. Camina apoyando el andar en un bastón, pese a su mediana edad. El chal y franela manga larga que viste se corresponden con la percepción que tiene de que Maracaibo «es la ciudad más fría del Caribe».

María Elena Ramos se graduó en Comunicación Social; se especializó en Filosofía y, ya en la cúspide de su carrera en torno al arte, se volvió curadora y escritora. Esta vez visita la ciudad como la coordinadora docente del cuarto ciclo de Discusiones del ver, del escuchar, del leer y del pensar las expresiones artísticas, que organiza la Fundación Cisneros.

Antes de su llegada a la Sala Audiovisual del Centro de Arte de Maracaibo Lía Bermúdez, sede de las disertaciones, Rodolfo Izaguirre había calentado la silla de entrevistado durante una hora y cuarenta minutos. Por el contrario, por su responsabilidad en la coordinación del ciclo, lo primero que hace la mujer es fijar la premura. En lo sucesivo, solo el hablar de la democratización de la cultura es lo que la hará dejar de chequear el reloj.

La sensibilización de la percepción y las manifestaciones venezolanas forman los tópicos que Ramos ha incorporado a Discusiones. —Trabajamos en función de lo que la gente pide o deja ver que carece. Hay un pedido insistente en hablar sobre el arte venezolano. Se refiere a lo que le dice la gente que quisieran ver, escuchar y pensar en una de estas ediciones. Integrar a las personas a la cultura es una tarea de la Fundación y una premisa de vida de Ramos desde que convocaba a los niños de las calles caraqueñas a entrar al museo.

Multiplicidad de niveles

—Se necesita mucho la posibilidad de interlocución sobre estos temas—, asegura Ramos para justificar el carácter formativo de estos acercamientos. —Hay distintos niveles de comprensión e integración de los conocimientos. Y este ciclo los atiende a todos.

La otrora presidenta del museo de Bellas Artes de Caracas resuelve que la democratización de la cultura es una respuesta a la politización de las instituciones. De hecho, bromea con que se necesita una lupa para leer el programa impreso de este ciclo, por su letra tan chiquita. A ella lo que le interesa es que quien no pudo asistir a este encuentro se abastezca de su contenido por uno de estos dípticos monocromáticos que repartieron en la entrada del evento.

Ramos define como invalorable el afán de las personas que intentan dejar educación en el país. —Las mejores cosas pasan en Venezuela de mano de la gente que tiene un compromiso con el país. Hay ciertos valores que en la medida en la que se dan es cuando se multiplican y cobran sentido.

A estas alturas de la entrevista, el reloj de su pulsera solo se manifiesta cuando choca contra la mesa tras cada frase apasionada de esta cultora. —Saber algo y no compartirlo es absurdo. La cultura es un don gratuito.

Confiesa que no lee un libro que no le interese y se sale de una sala de cine si no le gusta la película, aunque su esposo y nieta se queden dentro. Con esa misma determinación les consiguió pases gratuitos del Metro de Caracas a los niños de la calle hasta el museo de Bellas Artes para mostrarles «que hay un mundo más allá de las carencias que viven».

Ahora viaja por cada ciudad del país para demostrar que la gente que hace cultura en Venezuela, pese a todo, sigue trabajando. —Definitivamente esta labor es invalorable. Un buen amor es invalorable.

 

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La presente entrevista pertenece a la octava edición de la revista cultural Tinta Libre, publicada el 21 de octubre de 2016.

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