LATAM: el hemisferio donde el narco somete a los Estados (y III)
Jamil Mahuad, ex-presidente de Ecuador lanzó una advertencia: “El riesgo que tenemos es que la narcopolítica se extienda y lleguemos a narcoestado como Venezuela”, dijo en entrevista con la cadena de noticias CNN.
El pronóstico no solo lo demarca en su país, sino en toda la región. Dice que es un tema regional que contamina a todos.
Peligro y más peligro para las democracias y los gobiernos frágiles.
Pero Mahuad hace un diagnóstico clave y pone en la diana al aliado de Chávez, Rafael Correa, presidente de Ecuador entre 2007 y 2017.
Durante ese periodo, señala, Correa desactivó importantes protocolos migratorios y de seguridad que, según Mahuad, promovieron el ingreso de narcos y carteles a Ecuador. Y entonces comenzaran a entretejer nuevas operaciones.
“En el gobierno de Rafael Correa se cambió totalmente la política migratoria, como el dejar de exigir visa, lo que ocasionó que entraran al Ecuador carteles de todo el mundo. Se establecieron dos de los carteles más grandes de México, además de organización de Albania o del mismo Hezbollah”, señaló el ex-mandatario.
Hay otros antecedentes, unos que guardan relación por igual con la penetración y establecimiento del narco en Venezuela. Las acciones del Plan Colombia.
Daniel Pontón, destacado investigador de la Escuela de Seguridad y Defensa del Instituto de Altos Estudios Nacionales de Ecuador (IAEN), afirmaba al diario El País de España el año pasado que el problema data de hace unos 20 años atrás.
“La estrategia del país era barrer el conflicto hacia la frontera, ese desplazamiento interno generó migraciones forzadas hacia Ecuador que tenían relación con actividades criminales”, precisaba Pontón sobre el Plan Colombia con el que Estados Unidos prestaba apoyo militar, logístico y financiero a Bogotá en la lucha contra el narco. Gobernaba entonces Andrés Pastrana.
Aunque hay otro ingrediente que destacaba Pontón como un hito relevante. En 2009 se retiraba la base militar estadounidense en Manta por órdenes del ex-presidente Rafael Correa.
Así la protección contra el narco en Ecuador se volvía blanda.
La presión del Plan Colombia desplazó y acorraló a carteles y narcoguerrillas colombianas y se replegaron solo a la producción de la droga en los territorios que pasarían a controlar. Las rutas fundadas y controladas por años por los cárteles de Medellín o el cartel de Cali, quedaban en el pasado. También las rutas asumidas por las FARC y el ELN por el año 2016.
Y entonces los mexicanos bajaron.
Según Pontón los carteles de México como el de Sinaloa y el cártel Jalisco Nueva Generación empezaron a controlar la distribución. “Buscaron alianzas con las bandas criminales de Ecuador para gestionar el producto y sacarlo a través del Pacífico”. Era la década de los 2.000. Así ganaron titulares los famosos Choneros, liderados por alias Fito, hoy acusado de ser el cerebro en el asesinato del candidato a presidente Fernando Villavicencio, el pasado 9 de agosto. Surgían también pandillas ligadas al narco como los Chone Killers, los Tiguerones, que eran lideradas por Los Lobos, una escisión de los Choneros según InsigthCrime.
Son estas organizaciones, con altísimo poder de fuego y recursos, las que imponen la ley de la violencia en Ecuador.
Ecuador se tambalaea
Según la red de periodistas de investigación de InsigthCrime, desde 2022 la violencia se acelera con amenazas y ataques a fiscales de ese país. Llegan incluso hasta jueces y oficiales de seguridad.
La criminalidad asociada a las redes del narco se cobró la vida ese mismo año de Rider Sánchez, candidato a la Asamblea Nacional. A mediados de julio de este año caía muerto a balazos Agustín Intriago, alcalde de Manta.
Menos de 15 días después el asesinato del candidato Fernando Villavicencio estremecía al país y al mundo. Ecuador se posicionaba en titulares de todos los países como un territorio marcado por la violencia del narco.
Las medidas de un gobierno que se nota frágil, como los estados de emergencia, no han acoplado las olas de criminalidad.
El retorno a Colombia
Colombia vive aún con las cicatrices del narco. No solo de los carteles, sino también de las guerrillas.
Los exorcismos desde la seguridad, la política o la conciencia ciudadana no parecen bastar para terminar con la influencia del narco en ese país.
Y entonces vuelve a ganar titulares con un escándalo que ha afectado directamente a la presidencia de Gustavo Petro.
El poder del narco no tiene límites ni filtros.
Nicolás Petro Burgos, el hijo mayor de Petro, ha sido acusado de enriquecimiento ilícito de establecer alianzas con organizaciones de narcotraficantes. El propio Petro Burgos corroboraría ante un juez que sí había recibido altas sumas de dinero de Samuel López Santander Lopesierra, alias “El hombre Malboro”.
Muchos fondos, según confesó, se usaron en beneficio personal, pero otras partes (sin definir), y esta es la que aún abre brecha en Colombia, fueron usadas en la campaña presidencial que llevó a Gustavo Petro a la Casa de Nariño.
Así va América Latina, con vaivenes de gobiernos incapaces de frenar el poderío del narcotráfico, administraciones que se alían y cooperan con esta industria planetaria de muerte.
¿Será el hemisferio el eterno santuario del narco?
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