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Sin insumos, ascensor ni aire: Niños reciben "quimios" en el Universitario junto a un ventilador

La hospitalización de un niño con cáncer en el centro de salud más importante del Zulia representa dos luchas paralelas: contra la enfermedad y la crisis que los asedia. "Nosotros tenemos que comprar jeringas, yelcos, macrogoteros, uretras, gasas, algodón, y en esas cositas se va dinero”, explicó Milca Ince, madre de una paciente. Cargar agua, abrir las ventanas para refrescarse y compartir habitaciones con tres infantes más es lo común en el recinto

Oscura, calurosa y reducida de espacio, así es la Unidad de Oncología Pediátrica del Servicio Autónomo Hospital Universitario de Maracaibo (Sahum), donde los niños con cáncer se debaten diariamente entre la vida y la muerte en un viacrucis de precariedad.

Milca Ince, madre de Amanda Carmona, una niña de seis años con leucemia linfoblástica aguda, relató a Versión Final cómo ha tenido que ingeniárselas para lograr la recuperación de su hija durante sus días internada en el centro de salud.

“Para la hospitalización de ellos, nosotras traemos las sábanas, las almohadas, los ventiladores, los insumos, tenemos que traer todo, porque si el Hospital no lo tiene, no lo va a surtir (...) Estar aquí cinco días es costoso, nosotros tenemos que comprar jeringas, yelcos, macrogoteros, adhesivos, gasas, alcohol, algodón, y en esas cositas se va dinero”, explicó la progenitora.

De acuerdo con Milca, llevar a su hija al Hospital Universitario es como mudarse a una casa vacía: debes comprar todo lo que se requiera para habitarla. Desde el agua mineral y papel higiénico hasta insumos básicos como alcohol y gasas deben ser costeados por los padres.

Amanda Carmona

Pese a que Oncología Pediátrica tiene baños en funcionamiento, la progenitora necesita llegar preparada con sus propias toallas húmedas, jabón, papel higiénico y ropa para su pequeña, debido a que el recinto no facilita nada de esto.

"No es nada fácil, y menos con la situación del país. No todo el mundo tiene la dicha de tener un pariente afuera que le va a enviar el dinero para comprar”, sentenció.

La maleta de “viaje” se hace aún más grande cuando se considera que las representantes también deben llevar su propia agua mineral. “¿Quién me puede ayudar a subir un botellón?”, exclamaba la fémina a los hombres del cuarto piso para que le ayudaran a llevar el vital líquido a la habitación por las escaleras, esto, ante la inoperatividad del ascensor.

Mientras la mujer contaba su historia, la sala de hospitalización, que comparte con otros tres pacientes y sus madres, nunca está en silencio. La pequeña Amanda dormía en su camilla mientras que a pocos metros estaba un bebé oncológico que no paraba de preguntar por su cuidadora. Junto a él, otro niño con un tumor cerebral que no encontraba acomodo en su colchón. Todo esto mientras que ella abría las ventanas de la habitación para intentar refrescar el lugar.

La sala es compartida con otros tres pacientes

"No han llegado bien cuando ya quieren irse"

Las temperaturas también "castigan" a los niños y a sus madres ante la ausencia de aires acondicionados en el recinto. “Supuestamente aquí hay dos aires, pero esos no funcionan. Ahorita tenemos las ventanas abiertas para que circule un poco el aire, pero cuando hay calor, esto es horrible, porque las quimioterapias son calientes, y ellos a veces se desesperan”, detalló Ince.

A fin de contrarrestar el calor, Milca lleva un ventilador a la habitación para que Amanda esté más cómoda mientras recibe su tratamiento. “Cuando el día está fuerte ella se toma hasta tres litros de agua porque la quimioterapia la pone como si tuviese fiebre”, detalló mientras abanicaba a Amanda.

La soledad es otro de los aspectos que afectan el estado de ánimo de los infantes que entran al Universitario, debido a que, para evitar más aglomeración y proliferación de bacterias, las autoridades del recinto prohibieron las visitas a oncología pediátrica. En el hospital, Amanda solo ve a dos conocidos: su madre y su tablet.

Milca Ince y su hija en Oncología Pediátrica

"Para ellos, pasar tantos días aquí encerrados les produce una ansiedad enorme. No han llegado bien cuando ya quieren irse. No es fácil”, afirmó la progenitora.

En su deseo de ayudar a hacer más llevadero el tiempo de su hija en el centro de salud, Milca propuso hacer una colecta para adquirir un televisor que estuviese en la sala de hospitalización. “Para entretenerlos nosotros nos las ingeniamos (…) Por la misma situación del país, muchos de nuestros niños no pueden tener tablet para jugar mientras están hospitalizados porque no es accesible para los padres y bueno, una de las maneras de entretenerlos es ese televisor”, expresó.

Para alimentar a la niña, Milca vive sus días en el Universitario como en una vivienda sin cocina: desde su hogar, la familia prepara los almuerzos de la menor, los envía al Universitario y ruega porque la menor esté motivada a comer. “A ellos la quimioterapia les quita el apetito y ahí mamá se las tiene que ingeniar para que coma, porque si no almuerza es peor para ellos (…) Toca hacerles sopa, una comida que le guste, hacer maniobras”, sostuvo.

Aún con todos sus esfuerzos, la pequeña se mantiene acostada en su cama, sin fuerzas para hablar, jugar o al menos sonreír, todo esto como producto de la “quimio”. La mayor esperanza de su madre es que, después de culminar los siete días que le corresponde de hospitalización por su recaída con la leucemia, Amanda mejore y no requiera de otro lapso internada.

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