El diario plural del Zulia

Crisis empuja a las mujeres a vender su cabello para comer

La ganancia depende del largo y del tipo de melena. Algunos “negociantes” revenden las fibras en Colombia

La premura por dar de comer a sus tres hijos llevó a Sandra Machado, nombre empleado para resguardar su identidad, a vender un metro de su cabello, hace ocho meses. El sueldo mínimo de su esposo -que en mayo de 2017 era de Bs. 65.021- se quedaba corto en el intento de cubrir los gastos del hogar. Este año, la problemática persiste.

Una cena para la familia en casa y el desayuno del día siguiente fue lo único que pudo comprar la progenitora con los 25 mil bolívares que recibió en ese entonces, en una vivienda del sector Los Haticos. “Me volvieron nada el cabello, me cortaron de raíz los mejores trozos y no me ha vuelto a crecer igual”, manifiesta arrepentida. La cabellera gruesa y ondulada que antes alcanzaba su cintura hoy reposa sobre sus hombros y el dinero obtenido en mayo se esfumó en cuestión de dos días.

En un local del Centro Comercial Gran Bazar, situado en el casco central de la ciudad, el costo actual de 45 centímetros de cabello va desde los Bs. 900.000 hasta Bs. 1.500.000, dependiendo del estado en el que se encuentre la fibra de queratina.

La situación se acentúa a la par del alto costo de los productos de la canasta básica alimentaria. Sandra tiene cuatro vecinas que, recientemente, tomaron su misma medida.

 El proceso

En una deteriorada vivienda blanca del sector Los Haticos, que no dispone de un letrero de “salón de belleza” o similares, tres mujeres y un hombre realizan el trabajo con una tijera para tela. Una de las féminas se encarga de regar la voz entre sus conocidos y reunir a la gente que necesite el dinero.

Sandra se sentó en el asiento blanco que le indicaron. Un sujeto le dijo que extraería los mechones internos, aquellos que no sufren los estragos del sol.

—Anda, mira, te quedará muy bien. Te daremos 25 mil bolívares —dijo el encargado.

—Eso es muy poco —contestó Sandra.

—Pero el cabello crece rápido y eso no se nota, no importa —le dijeron.

—¡Ay!, verdad, ya estoy aquí —se convenció la madre de familia.

Y era tarde para arrepentirse, tres secciones ya habían sido cortadas cuando quiso cambiar de parecer. Sandra afirma que durante el proceso se sintió “utilizada”. No imaginaba que su melena sería reducida a unos cuantos mechones irregulares.

Según comenta, todo lo recolectado se enviaría a Colombia para revenderlo y fabricar extensiones y pelucas naturales. “Lo hablaban mientras yo estaba allí”, detalla.

A pocos pasos, tres mujeres wayuu esperaban su turno, una de ellas estaba acompañada por una niña pequeña. Sus cabellos lisos, suaves y largos tendrían un costo superior al de la mujer de 29 años, ya que ese tipo de pelambre es el más solicitado para elaborar los peluquines.

Fruto de la crisis

La psicóloga social Kharelys Colina explica que el ser humano tiene como prioridad garantizar su supervivencia e incrementar su calidad de vida. La tendencia es a estudiar el entorno y evaluar las oportunidades y riesgos que se viven para asumir la toma de decisiones.

Cuando la sociedad no ofrece las soluciones más viables o gratificantes, las personas optan por los cambios. En el caso de Sandra, lo “natural” sería que el salario de su esposo rindiera para los gastos de al menos una quincena. “Lo ideal es que la sociedad en la que se vive disponga de las condiciones mínimas. Los problemas y patologías aparecen cuando están restringidas esas oportunidades”.

De acuerdo con Colina, la ética es una disciplina que juega un rol fundamental en el camino a tomar. “Para un individuo puede resultar más ético vender su cabello o sus bienes que dedicarse al contrabando o narcotráfico”.

También en peluquerías

En el Centro Comercial San Felipe II, al igual que en Gran Bazar, existen carteles que indican: “Se compra cabello”. Allí, el largo mínimo comprable es de 45 centímetros, según informa un anuncio.

Por tratarse de un establecimiento, el corte no se realiza por secciones de cabello, sino de forma completa; con la finalidad de que tenga una forma definida y pareja.

“Tiene que llegar a la cintura para que pueda obtenerse la longitud sin problema”, indica una empleada.

Salida a la desesperanza

La venta de ropa usada en las llamadas “coroteras”, la reparación de bombillos ahorradores de energía -reseñado en este diario el día 7 de enero- y hasta el reencauchado de los neumáticos -para evitar gastar entre dos y cinco millones de bolívares- son otras maneras con las cuales los ciudadanos buscan ahorrar dinero.

Kharelys Colina, quien tiene 22 años de experiencia, afirma que los venezolanos son víctimas de constantes decepciones. “Hay personas que ven solo una solución y, si no está a su alcance, se deprimen. La respuesta debe ser no darse por vencidos, salir adelante y tener amor hacia uno mismo y, sobre todo, respeto por los demás”.

Una amiga de Sandra acudió a la casa en Los Haticos hace unos meses. La mujer recibió apenas 10 mil bolívares por un metro de su cabellera. “Eso no me alcanzó para nada ni para los pasajes de regreso a mi casa”, expresa. Asegura que en una próxima ocasión visualizará otras alternativas de resolución.

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