El diario plural del Zulia

El valor del voto, por Carlos Alaimo

En la concreción del término, el voto es la expresión de una preferencia por una opción, que en la realidad democrática ateniense se traducía en un ejercicio al cual solo “los varones adultos” (mujeres, extranjeros y esclavos excluidos) tenían derecho. Pero en la abstracción del concepto y a la luz del siglo XXI, el voto, como lo refiere el politólogo italiano Giovanni Sartori, es doxa: opinión.

Este teórico de la democracia habla de este sistema político, como un “gobierno de opinión, una acción de gobierno fundada en la opinión” basada en el voto.

Aunque la democracia, cuando se circunscribe al hecho electoral, no necesariamente da garantía per se de participación ciudadana en la resolución de asuntos que le atañen directamente en su cotidianidad, permite “decidir quién decidirá las cuestiones. La papa caliente pasa así del electorado a los electores, del demos a sus representantes”. Uno de los pasos incuestionables para asumirse ciudadano activo.

Y es que un ciudadano sin un voto, es un ciudadano desamparado. El voto es la vía para llegar al poder; un poder para cambiar, transformar, corregir, para servir, sin mañas o vicios partidistas o personalistas. El voto no es para “sacar” meramente a la gente de sus cargos, es para buscar mudar la piel de lo que ya no sirve, apelando a la renovación permanente.

Participar, dialogar, marchar, protestar y toda expresión de rebeldía es válida. Nada de esto excluye, todo complementa.

La rabia para alimentar la calle activa, las marchas con objetivos claros, sin dejar frustraciones de por medio, se presentan como un mecanismo para mostrar el rechazo a un modelo de gobierno, pero la vía para medirlo es el voto.

Esas urnas que han dado victorias a la oposición cuando han ido juntos y lúcidos, se transforman en una trinchera de lucha. Si en su momento, en la Asamblea Nacional no se utilizaron bien esos espacios creando falsas expectativas no fue culpa de los que fueron a votar. Si rechazaron la Gobernación del Zulia, devolviendo los votos, no fue por culpa de los que aspiraban, desde esa importante estructura del Estado, paliar la crisis.

Por eso, con responsabilidad y autenticidad, se solicita con insistencia que se le respete a la ciudadanía que así lo decide, el derecho de ir a las elecciones el próximo 10 de diciembre. La gente común marchó, sudó, trabajó duro, se arriesgó, y ahora que tienen unas elecciones tan pedidas ¿las van a rechazar? Eso no está en ningún libro de formación política.

Las elecciones son la vía, no hay dudas. La hoy fragmentada, torpe y egoísta postura de un bloque autoerigido como de Unidad o de posiciones partidistas aisladas que venden el voto como veneno de ratas para la democracia, no debe seguir siendo la bitácora que marque el compás de la estrategia a seguir, pues el verdadero infortunio no está en el alarido de un régimen opresor, sino en el silencio de los ciudadanos. Esa es la alarma. La ruta es reaprender y reasumir las tácticas para asegurarnos de no perder de vista la verdadera esencia del arte de conquistar el poder, conservarlo y sabiamente utilizarlo. El poder para lo humano, para lo noble, para el progreso.

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