El diario plural del Zulia

Democracia participativa y protagónica, por Antonio Pérez Esclarín

La democracia participativa y protagónica es un concepto que se viene manejando en Venezuela desde 1999, año en el que Hugo Chávez asumió la Presidencia de la República para, supuestamente, darle más poder al pueblo. Lamentablemente, los hechos posteriores han demostrado que no se trataba de darle más poder al pueblo sino a los que lo gobiernan, hasta el punto que hoy la tan promovida democracia participativa y protagónica está negando la participación al pueblo y evitando por todos los medios su protagonismo. Por ello, las elecciones eran buenas y se celebraban y multiplicaban hasta el extremo de vanagloriarse de su número, mientras el pueblo apoyó al Gobierno. Al retirarle el apoyo, hay que impedir las elecciones y no permitir que el pueblo se exprese.

En su alocución al país el pasado 10 de agosto, la Presidenta del Poder Electoral, Tibisay Lucena recordó que el referéndum revocatorio, consagrado en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, “es un mecanismo para el fortalecimiento de la democracia”, por lo que indicó que el poder electoral debe garantizar todos los procesos para que el pueblo pueda expresarse. Sin embargo, cada día resulta más evidente que el Poder Electoral, en lugar de agilizar los procesos que permitan que el pueblo se exprese, está haciendo todo lo posible por imposibilitárselo. ¿Acaso el espíritu del revocatorio no es determinar democráticamente si las mayorías desean o no que el gobernante siga en el cargo o salga de él si piensan que lo está haciendo mal y ha defraudado sus expectativas? En su alocución, Tibisay Lucena habló de que hay que garantizar también los derechos de los que votaron por el Presidente, pero ¿no se trata precisamente de garantizar esos derechos determinando si desean que siga o no gobernando? Si están tan seguros de que cuentan con el apoyo de las mayorías ¿por qué tener miedo a que se expresen? Resulta contradictorio afirmar que el revocatorio es una de las conquistas de Chávez y luego hacer todo lo posible para que no se realice.

Venezuela está sufriendo una de las peores crisis de su historia. Me resisto a pensar que el peso de la ideología es tan abrumador que a los gobernantes les impide ver la realidad. ¿O será que viviendo en su burbuja de cristal, totalmente ajenos a la vida de la gente a la que juraron servir, no les alcanzan las consecuencias de esa crisis, como la escasez de comida y medicinas, la inflación, la inseguridad?.

La superación de la crisis necesita que el pueblo asuma su protagonismo y exija que los políticos abandonen las posturas dogmáticas y cerradas y empiecen a trabajar por la solución de los problemas. Si la verdadera democracia es un poema de la diversidad, necesitamos favorecer el diálogo y el encuentro de los diversos. Es hora de superar la actitud infantil de echar al otro siempre la culpa de todo, o aprovechar la crisis para alimentar aspiraciones mezquinas. Todos debemos empezar a trabajar desinteresadamente por Venezuela. Los gobernantes deben respetar la Constitución que tanto invocan y empezar a reconocer que la efectividad de la política no se mide por las proclamas y afiebradas declaraciones de amor, ni por las afirmaciones de que están haciendo todo lo posible para resolver la situación, sino por los resultados concretos en la solución de los problemas.

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