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New York Times: El efecto de los alimentos ultraprocesados en la salud mental

Comer alimentos empacados como cereales y comidas congeladas se ha asociado con la ansiedad, la depresión y el deterioro cognitivo. Los científicos todavía buscan descifrar la razón.

Aproximadamente el 60 por ciento de las calorías en la dieta promedio estadounidense proviene de alimentos altamente procesados. Desde hace décadas sabemos que ingerir este tipo de productos empaquetados —como algunos cereales, barritas, comidas congeladas y muchas otras cosas— está relacionado con consecuencias negativas para la salud, como un mayor riesgo de padecer diabetes, obesidad o incluso cáncer. Pero estudios más recientes señalan otra desvantaja a estos alimentos que suelen ser deliciosos y muy convenientes: al parecer, también tienen un impacto considerable en nuestro cerebro.

Las investigaciones de los últimos 10 años, más o menos, han demostrado que cuantos más alimentos ultraprocesados (UPF, por su sigla en inglés) consume una persona, mayores son las probabilidades de que se sienta deprimida y ansiosa. Algunos estudios han sugerido una relación entre el consumo de los UPF y un mayor riesgo de deterioro cognitivo.

¿Qué tienen de pernicioso estos alimentos y cómo se pueden evitar sus consecuencias mentales? Los científicos siguen buscando respuestas, pero, a continuación, mostramos lo que sabemos hasta ahora.

En 2009, un grupo de investigadores brasileños clasificaron los alimentos en una escala de cuatro partes, desde los no procesados y mínimamente procesados (como frutas, verduras, arroz y harina) hasta los procesados (aceites, mantequilla, azúcar, productos lácteos, algunos alimentos enlatados, así como carnes y pescados ahumados) y ultraprocesados. “Los alimentos ultraprocesados incluyen ingredientes que rara vez se utilizan en recetas caseras, como jarabe de maíz con alto contenido en fructosa, aceites hidrogenados, proteínas aisladas y aditivos químicos” como colorantes, saborizantes artificiales, edulcorantes, emulsionantes y conservadores, explicó Eurídice Martínez Steele, investigadora en procesamiento de alimentos de la Universidad de São Paulo, Brasil. En la actualidad, este sistema de clasificación es muy utilizado por los investigadores en nutrición.

Los UPF constituyen la mayoría de los alimentos empaquetados que se encuentran en los pasillos de congelados de los supermercados y en los menús de los restaurantes de comida rápida: el 70 por ciento de los alimentos empacados que se venden en Estados Unidos se consideran ultraprocesados. Su consumo está muy extendido entre los distintos grupos socioeconómicos y están desplazando cada vez más a los alimentos más sanos en la dieta de las personas.

“Los alimentos ultraprocesados se formulan minuciosamente para que resulten tan apetitosos y satisfactorios que sean casi adictivos”, señaló Eric M. Hecht, epidemiólogo de la Facultad de Medicina Schmidt de la Universidad Atlántica de Florida. “El problema es que para que los productos sepan cada vez mejor, los fabricantes los hacen cada vez menos parecidos a la comida real”.

Algunas investigaciones recientes han demostrado una relación entre los alimentos muy procesados y el bajo estado anímico. En un estudio realizado en 2022 con más de 10.000 adultos en Estados Unidos, se reveló que cuanto más UPF comían los participantes, más probabilidades tenían de manifestar una depresión leve o sentimientos de ansiedad. “Hubo un aumento significativo en los días con mal estado de ánimo entre aquellos que consumían el 60 por ciento o más de sus calorías de UPF”, dijo Hecht, autor del estudio. “Esto no es una prueba de causalidad, pero podemos afirmar que parece haber una asociación”.

Las nuevas investigaciones también han encontrado una conexión entre el alto consumo de UPF y el deterioro cognitivo. Un estudio de 2022 que siguió a casi 11.000 adultos brasileños durante una década, encontró una correlación entre la ingesta de alimentos ultraprocesados y una peor función cognitiva (la capacidad de aprender, recordar, razonar y resolver problemas). “Si bien tenemos un declive natural de estas capacidades con la edad, vimos que este declive se aceleró un 28 por ciento en las personas que consumen más del 20 por ciento de sus calorías de alimentos ultraprocesados”, afirmó Natalia Gomes Goncalves, profesora de la Facultad de Medicina de la Universidad de São Paulo y autora principal del estudio.

Es posible que seguir una dieta sana contrarreste los efectos perjudiciales del consumo de alimentos ultraprocesados. Los investigadores brasileños descubrieron que seguir un régimen alimentario saludable, como la dieta MIND —rica en cereales integrales, verduras de hoja verde, legumbres, frutos secos, bayas, pescado, pollo y aceite de oliva—, reducía en gran medida el riesgo de demencia asociado al consumo de alimentos ultraprocesados. Los que llevaban la dieta MIND, pero seguían consumiendo UPF “no presentaban ninguna asociación entre el consumo de UPF y el deterioro cognitivo”, afirmó Goncalves, quien añadió que los investigadores aún no saben cuál es la cantidad segura de alimentos ultraprocesados en una dieta.

No está claro. “Muchos estudios aleatorizados de alta calidad han demostrado el efecto beneficioso de una dieta rica en nutrientes sobre la depresión, pero aún no comprendemos del todo el papel del procesamiento de los alimentos en la salud mental”, declaró Melissa Lane, investigadora del Food & Mood Centre de la Universidad Deakin de Australia. Sin embargo, hay algunas pistas.

Gran parte de las investigaciones se han centrado en cómo una mala salud intestinal puede afectar al cerebro. Las dietas ricas en alimentos ultraprocesados suelen ser pobres en fibra, la cual se encuentra sobre todo en alimentos vegetales como cereales integrales, frutas, verduras, frutos secos y semillas. La fibra ayuda a alimentar las bacterias buenas del intestino. La fibra también es necesaria para la producción de ácidos grasos de cadena corta, las sustancias que se producen cuando ésta se descompone en el sistema digestivo y que desempeñan un papel importante en la función cerebral, afirmó Wolfgang Marx, presidente de la Sociedad Internacional de Investigación en Psiquiatría Nutricional e investigador principal de la Universidad Deakin. “Sabemos que las personas con depresión y otros trastornos mentales tienen una composición menos diversa de bacterias intestinales y menos ácidos grasos de cadena corta”.

Los aditivos químicos de los UPF también podrían influir en la flora intestinal. “Las pruebas emergentes —principalmente de estudios en animales, pero también algunos datos en humanos— sugieren que los nutrientes aislados (como la fructosa), los aditivos como los edulcorantes artificiales (como el aspartamo y la sacarina) o los emulsionantes (como la carboximetilcelulosa y el polisorbato 80) pueden influir negativamente en el microbioma intestinal”, dijo Marx.

La escasa diversidad de la microbiota intestinal —así como una dieta rica en azúcar— pueden contribuir a la inflamación crónica, la cual se ha relacionado con una serie de problemas mentales y físicos, según Lane. “Se cree que las interacciones entre el aumento de la inflamación y el cerebro impulsan el desarrollo de la depresión”, dijo.

También vale la pena considerar la posibilidad de que el vínculo entre los alimentos altamente procesados y la salud mental funcione en ambas direcciones. “La dieta influye en el estado de ánimo, pero lo contrario también es cierto”, afirmó Frank Hu, profesor de nutrición y epidemiología en la Escuela de Salud Pública T. H. Chan de la Universidad de Harvard. “Cuando estás estresado, ansioso o deprimido, tiendes a comer más alimentos poco saludables, en particular alimentos ultraprocesados que tienen un alto contenido de azúcar, grasas y aditivos químicos”.

La mejor forma de identificar los alimentos ultraprocesados es leer las etiquetas de los productos. “Una larga lista de ingredientes, y en especial uno que incluya ingredientes que nunca usarías en la cocina casera”, son pistas de que la comida está ultraprocesada, afirmó Whitney Linsenmeyer, profesora asistente de Nutrición en la Universidad de San Luis en Misuri y vocera de la Academia de Nutrición y Dietética. Los nombres químicos, las palabras impronunciables y todo lo que es poco probable que encuentres en un gabinete de cocina son a menudo señales de que un alimento está en la categoría de ultraprocesados.

Puedes seguir utilizando alimentos precocinados para facilitar la preparación de tus comidas sin tener que recurrir a alimentos ultraprocesados. Productos como los frijoles enlatados, las verduras congeladas, el arroz integral precocido o el pescado enlatado son ingredientes “atajo” que encajan bien en el ámbito de una dieta saludable, siempre que no haya elementos industriales en su lista de ingredientes. “Si los ingredientes añadidos son algunos que usarías tú mismo, como hierbas, especias, sal o aceites de cocina”, afirmó Linsenmeyer, “eso indica que la comida, aunque está procesada, no es intrínsecamente mala para ti”.


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