El diario plural del Zulia

Trotamundos del paladar

Existen pocas actividades que otorguen tanto placer a un ser humano como viajar y comer. Imaginar poder combinarlas y hacer de ellas un estilo de vida es el sueño de cualquier aspirante a foodie que exista.

Comer, viajar, oler, sentir y disfrutar. Estos verbos forman parte del día a día de un foodie, o «comidista», como le conocen a estos aficionados de la comida los fundamentalistas del idioma español. Dedicar gran parte del tiempo de vida a la cocina, la gastronomía y los sitios culinarios parece una práctica que todos podrían realizar, pero que no es nada sencilla. Buscar e indagar sobre nuevos lugares y sabores es una de las premisas fundamentales de estos individuos. No importa si es el restaurante con más tendencia en la ciudad o en el carrito de comida ubicado en la «calle del hambre»: ellos solo se dejan llevar por sus instintos y entusiasmo por obtener ese nuevo gran descubrimiento gastronómico.

 

Quizás muchos recordarán al chef Anthony Bourdain viajando por el mundo con su programa Sin reservas o a Andrew Zimmern en Comidas exóticas probando cualquier cantidad de cosas en los lugares más recónditos (sí, el calvo que saborea los platillos más raros).

Normalmente, un foodie suele confundirse con los llamados gourmets, quienes se dedican a catar platos y comidas más sofisticadas o de altos estándares; un aficionado por la comida no se encasilla en esas ya formadas élites culinarias, sino que las disfruta y las adopta como una parte más de su universo. Los intereses de los foodies van más allá de la comida: su avidez por la creación y restauración de nuevos restaurantes o de la elaboración de nuevas bebidas también está presente. De ahí nace esta subcultura gastronómica, de la necesidad de explorar y salirse de las ya establecidas cadenas de comida prefabricada.

Armando París, foodie y socio del restaurant Gustock, cree que las características principales de un apasionado por la comida son «viajar sin invitación y visitar restaurantes hasta el hartazgo». Para él, este tipo de prácticas en Venezuela, y sobre todo en Maracaibo, están tergiversadas: «Las personas que dicen ser foodies en la ciudad tienen un concepto errado de lo que significa realmente ser uno; la mayoría de ellos espera una invitación de un restaurante o la apertura de uno nuevo para ir a comer. Un foodie es un persona que está pendiente en todo momento del buen comer». Pasearse desde el mercado popular de una ciudad hasta asistir por una semana entera a un festival gastronómico es su zona de confort más deseada.

Si bien se cree que estos incesantes buscadores de la buena comida son unos críticos culinarios con el gusto más refinado, la realidad los aleja de ese estereotipo. París así lo expresa de forma clara: «Para mí, un foodie no puede criticar bajo ningún concepto la comida o algún lugar. Más que criticar, nosotros estamos para disfrutar, y en todo caso, para recomendar». Considera que una de las personas que mejor maneja este estilo de vida en Venezuela es el marabino Nidal Barake, quien es un empedernido viajero y apasionado por los sabores de cada rincón del planeta.

Marketing, redes sociales y comida

El ser humano «come» mucho con la vista y mucho de esto tiene que ver en la manera en la que se presenta un producto. Cuando Jorge Perfetti, asesor de marketing y fiel amante de la comida, comenzó su andar como un explorador de sabores, jamás se imaginó llegar hasta donde ha llegado. «Yo comencé a escribir sobre comida después de una mala experiencia en un restaurante. Recuerdo que llegué a mi casa, hice un blog y los critiqué duramente; sin embargo, ya no hago ese tipo de cosas (criticar públicamente), sobre todo porque creo que los restaurantes son parte importante de todo esto», comenta.

Las plataformas digitales han permitido catapultar las experiencias de los foodies, ya que sirven como una ventana importante de interacción. Tal y como lo afirma Perfetti, «los negocios digitales pasan al entorno presencial y los negocios presenciales pasan al entorno digital». Uno va de la mano con otro. Las redes han cambiado la forma de percibir el negocio culinario y esto avanza día a día. En estos tiempos parece insólito que una empresa dedicada a la comida no esté presente en el mundo 2.0. «Más que considerarme un foodie, creo que soy una persona que ama la comida. A veces me preguntan cómo hago para estar de restaurante en restaurante, pero esto es parte de mi vida: desde mi trabajo como asesor hasta mi andar como aficionado», dice.

Vivir para comer. Comer para vivir. No importa a dónde vayan o dónde estén. Su objetivo principal es conseguir un buen plato de comida para disfrutar.


Su trabajo en las plataformas digitales no descansa y pueden encontrarlo en Instagram
en las cuentas @Burgerologo y @JPerfetti_


El  presente reportaje pertenece a la vigesimosegunda edición de la revista cultural Tinta Libre, publicada el 9 de junio de 2017.

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