El diario plural del Zulia

Tras la captura del resplandor

Pese a que el último precedente fue en el año 2013, en la retina de la gran mayoría está el del 98. Puede considerarse un día normal en la ciudad, con una temperatura elevada y una humedad considerable; mientras unos siguen su rutina, otros están pendientes de un fenómeno astronómico particular: el eclipse parcial de sol.

Cola, amontonamiento, quejas y un solo objetivo: ver con exactitud el momento en el que la luna pasa por delante del sol, o en el caso de esta parte de la región, que la luna pose una pequeña parte de ella sobre el sol.

Quienes llegan al planetario Simón Bolívar quieren ser parte de esta experiencia; los niños disfrutan como si se tratase del parque de diversiones más exótico de Orlando. En una pequeña sala oval, a la que todos llaman cúpula, reposan las personas que llegan al lugar. En penumbras, con música clásica de fondo y con un simulador estelar con más de 30 años, el personal del recinto explica con detalles la experiencia que están a punto de vivir; la escena parece el comienzo de 2001: A Space Oddysey, aquel gran filme de Stanley Kubrick en el que la luz del sol resplandece mientras se escucha de fondo el poema sinfónico de Richard Strauss Así habló Zaratustra.

La sala es la estación previa para entrar al observador. Un par de pisos más arriba, en un pequeño espacio con una cúpula de madera, un enorme telescopio refractor alemán sirve como puente entre el ojo de los espectadores y el maravilloso cruce de la luna con el sol. También hay tiempo para quienes no siguen las recomendaciones y utilizan alguna placa de radiografía para mirar fijamente; una sucesión de errores que podría cegar los venideros avistamientos.

En los rostros de los chicos no cabe una dosis más de alegría; para muchos es su primera experiencia astronómica. Alejados de su inocencia, los más grandes también tienen su espacio. Mientras la larga fila avanza a una velocidad considerable, una pareja de adultos, quizás de unos 80 años, se anima. Marco y Gloria son el perfecto ejemplo de unos «viejos duros», como se refiere mi madre a los adultos mayores que mantienen todas sus facultades intactas. Marco tiene un evidente problema con su pierna izquierda, pero ni eso lo detiene; para ellos, a diferencia de los niños, quizás sea su último eclipse.

Pese al incesante calor que entra por la abertura de la cúpula de madera, ninguno de los presentes en la cola desiste; es como si se tratara de quemar las naves, de ver la última función de una banda de rock o del último partido de un jugador que ya cuelga los botines. Mientras esperan, el tono de unas voces con un acento lejano a estas tierras empieza a tomar fuerza en el pequeño espacio. Timothée y Stephanie son franceses; oriundo de Lille, él se desempeña como director de la Alianza Francesa de Maracaibo.

Stephanie, su pareja, es socióloga; la temperatura zuliana de hoy es similar a los intensos veranos en territorio galo. Más atrás, un pelotón ciclístico arriba al lugar. Nadie quiere perderse nada, aquí hay espacio para todos.

Astronomía colegial

Paralelamente, en la parte norte de la ciudad también están preparados. Los Robles es la única institución del estado con un programa de astronomía para alumnos del colegio y de otras unidades educativas; en su amplio patio, lleno de canchas de usos múltiples y a cielo abierto, un grupo de 100 personas aguarda, entre risas y conversaciones, por el momento indicado.

El Club de Astronomía del liceo está abierto para cualquier curioso del universo y su grandeza. En unas pequeñas bancas de concreto reposan unas cajas de cartón con pequeños lentes intercambiables: el Solarscope es el implemento ideal para la observación de hoy.

Entre el centenar de alumnos, hay dos jóvenes que sobresalen. El encargado de la cátedra, el profesor Patrick Morton, se enorgullece de ellos al presentarlos a todo el público.

Mientras los más chiquitos se divierten al «ver el sol como una empanada», los más grandes piensan en un futuro ligado a la NASA y al estudio de los astros.

Después de avistar durante un prolongado rato el eclipse, Morton invita a un pequeño grupo a su «guarida». Tras esas cuatro paredes se esconde un universo muy distinto al que procesamos día a día. Al entrar, quedan fascinados. El salón del Club de Astronomía, ese refugio del profesor, parece un escenario creado por George Lucas y Steven Spielberg. Un simulado sistema solar abarca todo el techo de la habitación; las clásicas figuras de StarWars, Jurassic Park o de E.T El Extraterrestre son recurrentes alrededor. Este es el lugar de inicio para muchos amantes de la astronomía.

Poco a poco, los asistentes al colegio se retiran. Para algunos quizás fue el último acontecimiento de este tipo que podrán observar, para otros fue el primero. El futuro traerá consigo más sorpresas y solo queda esperar lo que viene.

 

 

Cátedra opcional

El liceo Los Robles posee la materia de Astronomía de forma electiva para todos sus alumnos. Además, en este programa pueden participar estudiantes interesados de otras instituciones educativas de la región.

 


La  presente narración pertenece a la vigesimoctava  edición de la revista cultural Tinta Libre, publicada el 1 de septiembre de 2017.

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