El diario plural del Zulia

Los hombres de agua

Añú es la segunda etnia con mayor presencia en la región. En Sinamaica, Guajira, está su asentamiento. Su cosmovisión se desprende del hábitat de la Laguna y sus elementos.

Cuentan los antiguos que los añú vivían en un lugar apartado, sin árboles, un lugar olvidado. Un día, el primogénito de la familia -«apañakai», sustantivo con que se llama al primer hijo-, se atrevió a adentrarse en la inmensidad del mar en busca de otro lugar donde vivir. Bogó por muchos soles con sus lunas pero solo encontró una ramita flotando en el agua. Al regresar, muy decepcionado, lanzó el tallo a la tierra. Sin saberlo había sembrado un árbol que creció a la orilla de la playa, y dejaba ver un gran espacio en su interior, en sus bosques encontraron la comida: era el mangle.

Así cantan los añú, grupo indígena asentado en la Laguna de Sinamaica mucho antes de la llegada de los españoles a América, el origen de su vida y su relación con el agua y sus elementos; este es el Canto de la casa. Del manglar toman el modelo para la construcción de los palafitos, lo imitan; del agua también se alimentan, son pescadores. En su lengua, que está a punto de extinguirse, «ou» es una raíz definitiva, y significa «emerger», «flotar», «estar en la superficie»; ellos vienen del mar, son hombres de agua. Por eso, en añú el vocablo «paraa» designa al «mar»; pero también es «antiguo» y «ancestro».
Los añú son una de las cinco etnias indígenas que habitan en el estado Zulia: wayuu, barí, yukpa y japreria. El vocablo «añú» significa «gente de agua».

La literatura oral de un pueblo indígena se desprende de su cosmovisión, concepto que el investigador mexicano Carlos Lenkersdorf define como una especie de carril por el que se mueve un pueblo al percibir la realidad y al relacionarse con ella; está estrechamente relacionado con el lugar donde se producen, es decir, su ubicación geográfica y los elementos con los que convive, como el agua en el caso de los añú.
Esta memoria ancestral es transmitida en la cultura añú a través de cantos. La oralitura contiene las explicaciones que este grupo humano da del mundo. Una compilación de las historias de este pueblo la hace José Quintero Weir, profesor de la Universidad del Zulia (LUZ), en el libro Canto de los hombres de agua.

El canto de la casa ilustra el nacimiento de una cultura. El mangle, según explica el también investigador en un artículo titulado Casa-árbol que vive en el agua, es el árbol sagrado de esa comunidad. Y el palafito -es decir, la casa- no solo es la imagen del árbol, sino que es el árbol mismo. «Es decir, su confección se hace a partir del árbol… Se produce, de esta manera, una unidad indisoluble y perenne entre el hombre, el cosmos y la naturaleza. ¿Qué es el palafito sino una reproducción del manglar?».
Cuando los añú no tenían casa estaban en caos. La comunidad nace al momento en que se resuelve el problema de la vivienda. Había caos porque no hay posibilidad de cultura sin un territorio. «El árbol-casa que vive en el agua presenta un extraordinario equilibrio que, de hecho, brinda una condición estable y de comunión entre los elementos del mundo. De allí que tal equilibrio, presente en el mito, sea la indicación del fin del caos y la estabilidad del mundo, lo que en definitiva hace posible la vida».

 

Mythos y logos

Al cumplir una edad suficiente para ser llamado hombre, los añú explican a sus hijos cinco enseñanzas, una por cada dedo de una mano: Ser responsable de lo que se dice y lo que se hace; decir la verdad; ser confiable y confiar; ser autónomo, pensar por sí mismo pero siempre en respeto a los demás; y tener conciencia de todo con honestidad, lo que equivale a tener corazón.
El ser humano, explica el antropólogo Lluís Duch, se expresa a través de mythos y logos. En las comunidades indígenas son los cantos como el de la casa, los portadores del pensamiento mítico. El pensamiento lógico es la capacidad del organizar el mundo a través de la experiencia, lo que implica raciocinio.

La búsqueda que realiza el «apañakai» habla de un orden social. Él surge como héroe al conseguir aquella ramita que dio origen al árbol fundador, ese hijo primogénito es el pilar de la familia en cuanto está encargado de proveer el hogar y velar por el orden. Por ejemplo, cuando la madre muere, el «apañakai» es quien se encarga de cuidar el reordenamiento de las viviendas de las hijas que se organizan alrededor de la casa principal. La de la madre se quema y en su lugar se construye otra que pasa a ser habitada por la hija mayor.
En otro canto, Hambre de los hombres-nutras, se cuenta el primer contacto de los añú con los animales que vivían en los manglares y retrata cómo a través de los sueños también explican el mundo. El «apañakai» se consigue con un astuto zorrito que intenta engañar al joven para que no se lo coma. Primero lo convence de comer una babilla, lo que hace que «apañakai» sueñe que toda su gente no dejaría de nadar en los pantanos y vivir alrededor del Lago. Luego de esto, el zorrito lo persuade de comer guanábano para tener un sueño diferente, lo que provocó uno donde supo que su gente jamás podría sembrar huertos ni nada que viviera colgado de un árbol; esta es la explicación de que el pueblo añú sea pescador, mas no agricultor, como son los wayuu.


El presente reportaje pertenece a la séptima edición de la revista cultural Tinta Libre, publicada el 14 de octubre de 2016.

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