El diario plural del Zulia

La novena estrella

El regionalismo se funda en el «amor o apego» a un terruño, según afirma la RAE; y es un término que además trasciende los linderos de lo personal para convertirse en un sentimiento grupal

Fue en el gobierno de Francisco Delgado cuando se declaró la independencia de la provincia de Maracaibo; un hecho histórico y simbólico para una república que comenzaba a gestarse (la Gran Colombia) y la de una capitanía que luego tomaría un rumbo por separado de otras naciones hermanas: Venezuela.(*)

Enero es el mes elegido para festejar el regionalismo en la entidad más occidental de Venezuela, cuando la provincia de Maracaibo se declaró autónoma de la corona española. Pasaron los años, casi dos siglos aproximadamente, para que en el 2002 decretaran, desde la gobernación, el Día de la Zulianidad.

«La historiografía oficial venezolana nos muestra una patria nacionalista, cuya construcción es el resultado del esfuerzo de un Estado republicano que la creó y de un proyecto nacional impulsado por líderes militares y civiles de distintas regiones del país», afirma el periodista e historiógrafo Carlos Aguilera en uno de sus ‘toques de dianas’, como se denominan sus artículos. Y sigue: «el Zulia es una región distinguida por sus singularidades sociales y culturales (…) obviando sus reminiscencias en la memoria del colectivo zuliano de las luchas autonómicas, cuyos recuerdos provienen de los tiempos de la Federación, cuando los pueblos de Venezuela sumaban esfuerzos para impulsar el proyecto republicano, y construir la nación moderna que se formaba».

En consonancia con el ápice de ideas de Aguilera, la formación de una cultura que destaca por su «particularidad» se asienta aún más con el paso de los años. «Chinita, Lago y puente», lo resume, a modo de ironía, el historiador Juan Bracho en relación con la superficialidad con que, a su juicio, se toma este tema.

—Este ‘regionalismo nuestro’ es mucho más que íconos e hitos simbólicos de hoy y ayer, pues la historia permite desnudar una realidad que se enmaraña cada vez que se intenta ahondar más en ella— aduce Bracho.

Libertad compartida

La bandera nacional aún le debe su estrella de cinco puntas a la región zuliana, la antigua provincia del Lago de Maracaibo. Hasta ahora, el tricolor ondea solo ocho luceros blancos en representación de Caracas, Cumaná, Barcelona, Barinas, Margarita, Mérida, Trujillo y Guayana; las primeras siete simbolizan a las principales provincias que estuvieron cuando se firmó el acta de la nuestra independencia. La octava corresponde a Guayana, que se sumó más tarde a esta lucha de autonomía y unidad territorial (y que el mismísimo Bolívar quiso adherirla a nuestro símbolo patrio).

¿Y dónde está Maracaibo?

El historiador Juan Bracho explana que este territorio, como provincia, tenía un sistema económico y social muy avanzado, e incluso mucho antes de que Venezuela fuese cancillería y posteriormente república.

Hasta que la barra azul de la bandera «no cuente» con Maracaibo, los argumentos para reconsiderar este hecho histórico seguirán manifestándose a través de los investigadores, y así el articulista Jairo Larotta lo deja entredicho: «Tenemos que recordar que la Batalla del Lago de Maracaibo de 1824 fue la última batalla que consolidó la independencia de Venezuela y fue posterior a la Batalla de Carabobo de 1821 que aseguró la independencia de nuestro país».

Quien amplía con mayor detenimiento sobre este significante hito, al que todo historiador no puede evadir cuando se habla de «justicias históricas», es Juan Bracho: —La historia está llena de intereses y la que conocemos ahora como región zuliana ya tenía una dinámica que quería cuidarse tanto de los españoles como de la nueva nación a la que ahora pertenecía, pues el centralismo significaba un peligro para la vida de sus habitantes— expone. Con este razonamiento, el historiador Ernesto García Mac Gregor recuenta los choques con varios gobiernos nacionales que forjaron cierto resentimiento local, como el cierre de la Universidad del Zulia; una decisión centralista y reconsiderada unos años más tarde.
Además, la distancia ‘prudencial’ que ha existido por medio del Lago entre Maracaibo y otras regiones del país ha sido un espacio inevitable para la creación de un concepto de «autonomía y autosuficiencia».

Zulianidad
«Soy zuliano», se dice con el pecho inflado cada día y en especial los 28 de enero, la fecha que celebra el júbilo de ser de estos lares.

 

Lemas compactos

Más allá de intentonas independentistas o actividades económicas que se convirtieron en un modo de vida para los zulianos, elementos religiosos como una virgen de rasgos indígenas —aunque más achinada—, los alimentos altos en grasas, el voseo que se gesticula con mucha particularidad, los nombres raros y de deidades grecorromanas, las gaitas que no se tocan con cornamusas, las viviendas que flotan en el agua y las estructuras colosales son algunos elementos que han ido reviviendo una forma de pensar y sentir entre los zulianos.

Para Bracho, cada elemento responde a un interés perenne por conservar siempre una simbología que involucre lo sentimental. Un objetivo al apego, e incluso asoma que muchos de ellos son poco familiares para algunos locales que ya están ancianos y tienen otra visión de «Zulianidad».

En contrapeso, su colega García Mac Gregor ve con buenos ojos el regionalismo que infla el pecho de los zulianos, pero que no tiene un interés separatista, como quizá algunos lo pueden ver; pues hasta políticamente existe una especie de trato con las decisiones que aquí se emiten. Además, comenta que en el Poder Legislativo de Venezuela, la Asamblea Nacional, existía el famoso bloque zuliano, y quienes lo conformaban tenían la autoridad de levantar la mano con la señal de costumbre si sabían que el pueblo zuliano los respaldaban; de lo contrario, preferían la abstinencia que el amiguismo. Porque así es y así funciona el flagelo de una Zulia que celebra su regionalismo a viva voz y con decreto en mano.

 


 

(*) «El Muy Ilustre Ayuntamiento de esta ciudad de Maracaibo, a 28 de enero de 1821, (…) en la sala consistorial para tratar y resolver lo que sea más conveniente a la salud pública, orden y gobierno de este pueblo(…), debe en su consecuencia declarar como declara el pueblo de Maracaibo, libre e independiente del gobierno español, cualquiera que sea su forma desde este momento en adelante y, en virtud de su soberana libertad se constituye en República Democrática (...)».

 


El  presente reportaje pertenece a la 34.a  edición de la revista cultural Tinta Libre, publicada el 26 de enero de 2018.

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