El diario plural del Zulia

La metrópolis de los comienzos

«Porque somos la primera ciudad de Venezuela» era el eslogan propagandístico de una reconocida campaña política que se emitía por allá en el 2004 en la ciudad. Cuando se habla de Maracaibo, es común que se le relacione con la gran cantidad de inventos o descubrimientos que se utilizaron en Venezuela por primera vez. No importaba la magnitud de los implementos que se convertían en innovaciones para la época: la tierra del sol amada, como la bautizó en su momento Udón Pérez, era la referencia de la modernidad que poco a poco se abría paso.

Cultor de lo hecho aquí

Sin ser maracucho, lo es. Creer que el lago es el gran culpable de que todos los zulianos sean maracuchos refrenda lo anterior, a pesar de haber nacido en los Puertos de Altagracia. Antonio Romero Prieto, profesor y miembro de la Academia de la Historia del Zulia, alega que la ubicación geográfica fue esencial para que Maracaibo fuese la cuna de los grandes proyectos a finales del siglo XIV y comienzos del XX. «La cuenca del lago servía como ese vínculo entre la mercancía traída desde Europa y Estados Unidos hasta esta parte de Venezuela; éramos una isla, prácticamente», afirma el catedrático.

En sus recuerdos siguen vivos los cuentos y las poesías que su abuela le recitaba. Cuenta él que ella era «contrabandista», o lo que ahora se conoce como «bachaquera». Este cuerpo de agua zuliano traía consigo, desde mucho antes, historia y cultura viva; ahí empezó el intercambio entre los pesqueros de los Puertos y de Maracaibo. En esos marullos venían las próximas generaciones.

Orígenes de un pueblo apartado

Mientras las embarcaciones zarpan en busca de un puerto donde anclar, el malecón de la ciudad espera con ansias su llegada. El comercio se convierte en la principal fuente de ingresos; su extenso lago (el más grande de Sudamérica) y su salida al mar Caribe aumentan las exportaciones e importaciones de productos entre Europa y el resto del continente americano. Las grandes empresas alemanas e inglesas ven con buenos ojos sus inversiones en suelo maracaibero; es tierra próspera, de fácil acceso y con mucho futuro por explotar.

Maracaibo parece un mundo apartado de Venezuela, un kilométrico pedazo geográfico que guarda en sí una autenticidad propia, alejada del resto del país en su momento por una inmensa cuenca antes de la construcción de las primeras carreteras en los años 40 y del puente General Rafael Urdaneta.

La cultura no hace caso omiso a este crecimiento a pasos agigantados. El siglo XIV guarda en su hemeroteca varios momentos históricos y sin precedentes en todo el territorio nacional: la proyección de los primeros registros cinematográficos, la instalación de servicios modernos como el teléfono, de un avanzado sistema de alumbrado eléctrico en las calles o la creación de la primera ruta del tranvía son solo algunos.

Su pueblo desciende de aquellos andaluces, quienes con jolgorio y autenticidad copaban las orillas y las costas de quienes hacían vida aquí. Y el habla, qué decir del habla… El zuliano en general posee un particular estilo al hablar que lo distingue de cualquier lugar del país; con un voseo único, con palabras mal dichas, con inventos y adaptaciones dignas del maracucho más arraigado. Muchos de estos vocablos vienen de interpretaciones del inglés, muy común en el momento por la cantidad de empresas explotadoras de petróleo asentadas en parte del lago y de la Costa Oriental. Por ejemplo, esto se ve reflejado en términos como «macundales», que se refiere a los objetos o trastes regados. Esta palabra es una variación de la marca Mac & Dale; esta era la marca de las herramientas utilizadas en los campos petroleros del estado, y cuando un obrero era despedido, el patrón le pedía que agarrara sus «macundales». Así con muchísimas otras palabras como «oranche», «valvulina» o «wircho». Ingenioso, único y gracioso: así es el coloquialismo marabino.

Tan original como su tierra lo es su gente. El zuliano en general, en especial el maracucho, se convierte en el odiado más querido; el individuo que con su sola presencia genera rechazo y empatía el mismo tiempo. De ese pionerismo histórico nacieron personajes como el ilustre Rafael María Baralt, el genio Humberto Fernández Morán o la gloria Luis Aparicio Montiel. A sus 488 años de fundación, esta metrópolis mantiene en algunos de sus espacios el recuerdo de lo que algún día fue. La esperanza de convertirse nuevamente en la primera ciudad de Venezuela es lejana, pero aún posible.

 

Adelantados a la época

En los cimientos de esta ciudad florecieron una gran cantidad de ideas modernas como el servicio telefónico (1879), el primer tranvía (1883), la primera red de servicio eléctrico (1888), la primera función de cine (1896) y el descubrimiento del primer yacimiento de petróleo (1914).

 

 


La  presente narración pertenece a la vigesimonovena edición de la revista cultural Tinta Libre, publicada el 15 de septiembre de 2017.

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