El diario plural del Zulia

La intimidad del retratista de Maracaibo

La memoria histórica de Julio Árraga es corta. Sus nietos atesoran sus óleos como su patrimonio pictórico. El primer pintor zuliano, nacido en la región, documentó la ciudad de final del siglo XIX y principio del XX.

Florencia, Italia. Agosto, 1896.

«No tengo nada qué enseñarle, después de haber pintado ese cuadro», le dijo el profesor de pintura a Julio Árraga(1).

Maracaibo, Venezuela. Septiembre, 1897.

«Este cuadro no lo pintó usted. Pinte uno nuevo, usando su memoria. Y este me lo llevo al Palacio de gobierno»(1), fue la sentencia que le lanzó Vicencio Pérez Soto, presidente del Estado Zulia, al pintor zuliano.

Entonces, en otro lienzo pintó ese óleo y con las mismas dimensiones: 141x100 centímetros. La caída de la nieve (1896) -retrato de la señora y del niño que lo cobijaron en su hogar cuando estudió en Italia- original quedó en el Palacio de los Cóndores y, hoy, la restaura Douglas Soto en la galería de arte Julio Árraga, de la Secretaría de Cultura; mientras que la segunda creación la preserva Violetica Pasquarelli Árraga, nieta del artista, en su residencia en Los Ángeles, Estados Unidos.

 

La caída de la nieve, (1896). Óleo sobre tela. 141 x 100 cm.

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La historia, a veces, solo la familia la atesora. Y los Árraga lo hacen con amor. Se han traspasado las obras de hijos a nietos, de nietos a bisnietos; y también han pagado millones de bolívares a familias residentes en Maracaibo para recuperar su patrimonio pictórico. La casa de Laura Acosta de Árraga, nuera del artista plástico, es una pequeña galería. Doce obras de distintos tamaños están colgadas en la sala; además del autorretrato, creado en la década de los 20.

 

La Escuela Nacional de Arte Julio Árraga tiene 128 años y ha pasado por seis sedes. Lía Bermúdez se formó ahí como artista plástico y escultora.También dio clases al igual que Neptalí Rincón, Manuel Puchi Fonseca, Gabriel Bracho, Régulo Díaz, Jesús Soto y “Paco” Hung.

 

La historia, a veces, se documenta solo en cuentos orales, en anécdotas, en fotografías y cuadros enmarcados: recuerdos. Su segunda generación no lo conoció, pues Árraga falleció el 18 de julio de 1928, a los 56 años, cuando Lilita, su nieta mayor, tenía tres.

Su carácter era fuerte, pero fue buen hombre y buen papá. Correcto. De poco hablar, de sonrisa y reverencia al saludar. Llevaba siempre pajilla y vestía paltó(1). Católico por tradición: los ángeles ubicados en la parte superior del trono de la Virgen de Chiquinquirá los creó él.

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Lo veían caminar en las tardes hacia la plaza Bolívar con su caballete a cuestas, la paleta de pinturas debajo del brazo, y los pinceles y las espátulas, también. El atardecer era su momento del día para plasmar sobre telas y maderas paisajes y circunstancias del casco central de Maracaibo, a final del siglo XIX y principio del XX(2). Los Haticos fue también su aposento creativo: tenía el Lago, los barcos y las piraguas, y los pescadores como horizonte. Y las fachadas de las casas de los inmigrantes europeos también fueron superficies en blanco para él. Coloreó Maracaibo.

«Un paisaje real aparentemente desprovisto de color atmosférico en una obra esencialmente cromática que sin traicionar a aquel paisaje, ni como escenario ni como humanidad, continúa siendo ante todo solución pictórica y expresión de la sensibilidad del artista»(3).

 

El hijo de la panadera, pintura a cuerpo entero de Francisco de Miranda, la restauran en la galería que lleva el nombre del pintor. Un detalle: él le pintó un lunar en la mejilla izquierda a «El precursor de la Independencia».

 

Fue un pintor muy formal, muy de escuela. Más allá de revolucionar en la pintura, se dedicó a retratar la ciudad para dejar registros visuales de la Maracaibo de ayer y de antier(4).

A partir del libro J. Árraga, del escritor Juan Calzadilla, el pintor se conoce en el resto del país(2). Y se valoriza más su legado: sus pinturas decoran los salones de la Gobernación de Zulia y de la Residencia oficial -donde viven los gobernadores-; familias adineradas, con ascendencia europea, tienen colecciones enteras de lienzos, firmados por Árraga, pues se las compraron cuando él las subastaba en el Paseo Ciencias; no por tener necesidad económica, sino para darse a conocer. Los marcos de sus cuadros también los fabricaba.

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Una escuela deteriorada-la Escuela Nacional de Arte Julio Árraga-, una galería poco cacareada; una reseña en el Diccionario General del Zulia y un libro escrito por un poeta guariqueño: dos espacios en los que no habitó y dos textos, son los únicos antecedentes y documentos históricos-biográficos del quehacer artístico del primer pintor zuliano, nacido en Maracaibo el 31 de julio de 1872.

 

REFERENCIAS Y ENTREVISTAS

(1) Laura Acosta de Árraga, nuera del pintor zuliano.
(2) Ilarión Rivas, maestro de artes gráficas en la Escuela Nacional de Arte Julio Árraga y coordinador de la Sala de exposiciones de la misma institución.
(3) J.Árraga, por el poeta guariqueño Juan Calzadilla.
(4) Jesús Ángel Parra, historiador y coautor del Diccionario General del Zulia.
Nubardo Coy, profesor de la Universidad del Zulia (LUZ) y director de la Escuela de Artes Plásticas Neptalí Rincón.

 

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El presente reportaje pertenece a la segunda edición de la revista cultural Tinta Libre, publicada el 5 de agosto de 2016.

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