El diario plural del Zulia

Escenas baratonas

Escenas baratonas es un proyecto de la periodista y profesora universitaria Margarita Arribas. Sobre su blog, la también correctora comenta: «Es un cuaderno de notas de cosas oídas y vistas por ahí, principalmente en Maracaibo»

Tocata y fuga

Lunes en la tarde. A la salida de la farmacia, me topo con un hombre mayor y una mujer de mediana edad. Ella –lentes de sol, tintineantes pulseras y bolso colgando del antebrazo flexionado– le reclama al padre algo relacionado con su indisciplina en la medicación. Él –guayabera blanca, lentes y bastón– no le replica, sino que empieza a caminar en dirección al estacionamiento. Ella arranca unos segundos después, pero con su paso ligero supera pronto al padre. Yo ya voy caminando también y al verla aproximarse a su carro, me doy cuenta de que está estacionado al lado del mío. Los carros son idénticos. Cada una se monta en el suyo. Ya dentro, enciendo el motor justo en el momento en que el hombre empieza a tocar con sus nudillos el vidrio de la ventana de mi asiento de copiloto. Quiere que le abra la puerta. Los vidrios ahumados le impiden percatarse de su error e insiste en tocar, con irritación. Yo bajo el vidrio y él aún tira de la manilla tratando de abrir la puerta. Entonces me ve. Le sonrío sin decirle nada.
Hombre: (Con risita avergonzada y cierta torpeza, poniendo la mano libre en el marco de la ventana e inclinándose un poco.) ¡Ay, carajo!… Perdone… Son igualitos…
La hija, que ya se ha dado cuenta de la confusión, cornetea con insistencia. Su padre, después de permanecer unos segundos simplemente sonriéndome, levanta la cabeza por encima del techo de mi carro, mira un momento hacia el de su hija y se inclina para asomarse de nuevo por la ventana.
Hombre: ¿Y si mejor me monto aquí y nos fugamos?

 

Viernes

 

Salida peatonal del centro comercial Costa Verde hacia Bella Vista. Nada más atravesar la puerta de vidrio, se me encima un muchacho que no debe llegar a los dieciocho años. Lleva en su mano una lata grande con una ranura, a modo de hucha, y la agita con bríos. La lata está forrada con un papel que dice «Tercer potazo profondos…» y no alcanzo a leer nada más. Veo que hay otros dos muchachos en lo mismo, abordando a otros peatones.
Muchacho: (Animoso y hablando muy rápido, camina a mi lado.) Buenos días, señora. Me gusta su estilo. ¿No puede colaborar con nosotros para un viaje de estudios?… (No digo nada, mientras sigo caminando con él y su pote al lado.) Tenemos punto… Aceptamos transferencias… Aceptamos dólares… Aceptamos pollo… Señora bonita, los piropos son gratis, pero los viajes no… Aceptamos Visa y Mastercard… Nos conformamos con veinte bolos… (Ya vencido, deteniéndose mientras yo prosigo, pero sin perder el humor.) Está bien, pero después no se quejen si caigo en las drogas.

Inflación

 

Lunes, final de la tarde en un supermercado. El cajero –apenas un muchacho– silba la melodía de la gaita que retumba en el local mientras va pasando mi escasa compra por el escáner. Cuando registra el último artículo, deja de silbar, ve por unos segundos la pantalla y luego me mira por primera vez a los ojos.
Cajero: (Antes de decirme el monto.) ¿Preparada?

 

El pan

Mañana de sábado, en un supermercado. Un hombre delgado, perfumado y canoso está parado a mi lado frente a frutas y verduras. Sostiene su celular con la mano izquierda, pero lo apoya en la oreja derecha. Habla a un volumen más bien bajo.
Hombre: …Ajá, ¿pero busco pan?… (Escucha al tiempo que con la mano libre tantea aguacates.) Yo sé, yo sé, pero que si te busco pan… ajá… ajá… Yo sé, ya me lo habéis dicho mil veces, pero que si te busco también pan. (Subiendo un poco la voz.) Que si te busco pan… pan… PAN… (Suelta el aguacate que había seleccionado, se pasa el celular a la mano derecha y se lo pone frente a la boca como si fuera un micrófono. Ya habla a gritos.) QUE-SI-TE-BUS-CO-PAN. (Se lleva el aparato a la oreja, mira hacia arriba y resopla.) ¿Pedrusco? ¿PEDRUSCO? ¡Qué pedrusco ‘el coño, chica?… (Vuelve a poner el móvil como micrófono.) ¡TE-BUS-CO! ¡TE! ¡TE! ¡TE, con te de té, de beberse un té! ¡Que si te busco pan, chica! (Vuelve a ponerse el teléfono en la oreja, escucha un momento y murmura mientras niega con la cabeza, mirando el piso.) Cristo aparecido… (A gritos de nuevo.) ¿Qué té, chica? Té no, pan: lo que te estoy preguntando es que si también te busco pan, te llevo pan… No nonono… lo del té te lo dije por la letra, porque vos estabas diciendo ique «pedrusco»… (Escucha y se tapa la cara con la mano.) ¿Con te de qué? ¿Con te de qué? ¡Con te de TRANCÁ ESA VERGA!
El hombre corta la llamada, entrecierra los ojos hasta convertirlos en una rendija y queda negando con la cabeza.

 

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El presente reportaje fue una colaboración de la periodista y profesora Margarita Arribas, y pertenece a la quinta edición de la revista cultural Tinta Libre, publicada el 16 de septiembre de 2016.

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