Captura de un ladrón muestra drama familiar: “¡Papá, sálvame por favor!”

Es un imán de golpes y patadas, pero no se detiene. El consumo de crack llevó a Miguel Ángel Díaz Cobi, de 24 años, a las calles. Su adicción lo incitó a robar, a asaltar para vender y comprar su droga. Durante cuatro años es blanco de palizas y el pasado miércoles 4 de mayo, estuvo cerca de no contarla. Un grupo de vecinos del sector Manzana de Oro intentó lincharlo tras robarse una bomba de agua en una vivienda de la avenida Universidad.

El joven de tez morena y contextura delgada se salvó. Sus agresores luego de golpearlo, le amarraron las manos con un mecate, a la reja de la casa donde ingresó a robar. Hablaban de matarlo, pero hubo gente que aplacó la sed de muerte. Mientras permanecía atado, sentado en la acera, lloraba sin descanso y suplicaba piedad. Como un inocente pedía que llamaran a su padre Mario Díaz, quien para el momento trabajaba en una tienda de autopartes, en la 72.

Asustado y con la boca partida, contó que su madre Hilda Cobi lo estaba ayudando a rehabilitarse. Ese día que casi pierde la vida a manos de una comunidad enardecida, su progenitora lo llevaría a casa de unos primos en Ciudad Ojeda para que lo cuidaran, pero lo dejó solo por unas horas y este se escapó de su residencia, en la calle 84 con avenida 41 del barrio San José, parroquia Cacique Mara.

Dolor de padre
Su padre llegó en una moto. La angustia rompía su cara y al llegar al lugar donde tenían amarrado a su hijo, le reprochó más de una vez que se saliera de su hogar. “Tú madre faltó dos días a su trabajo para cuidarte, no podía faltar más. Te dijimos que quedarías solo y te pedimos que no te salieras y fue lo primero que hiciste”, le gritó a Mario.

Con los ojos llorosos el progenitor de tez morena, cabello y barba blanca, pidió a los oficiales del Cuerpo de Policía del Estado Zulia (CPBEZ) que se lo llevaran detenido, que él no iba a interceder una vez más por su hijo. “Hasta aquí te ayudé, estoy cansado de siempre lo mismo. Te tratamos de ayudar, pero aunque me duela te prefiero detenido a que te vayan a matar por fuera. Si tu madre te ve así, en este estado, se muere”, indicó Díaz, con dolor y rabia.

A las 1.30 de la tarde, los efectivos policiales se llevaron a Miguel a un comando policial. Antes el joven se arrepintió y aceptó que se le escapó a su madre. “Me le fui otra vez y mira lo que hice. Estoy perdido en las drogas, consumo crack y no sé cómo salir. Trato pero no puedo. Papá abrázame, no dejes que me lleven. Sálvame por favor”.

Su padre atormentado por lo que estaba ocurriendo dejó que se llevaran esposado al menor de sus tres hijos. “Los otros si son trabajadores, pero este nunca se me quiso encarrilar y ya no puedo hacer más. Con esta es la quinta vez que me llaman para que lo busque porque han estado a punto de matarlo a golpes. Ya no puedo hacer más”, recalcó.

Miguel al ver que su padre esta vez no lo ayudaría no se resistió antes las autoridades y cabizbajo, aún llorando, se subió a la patrulla esposado. Desde el interior de la unidad confesó sentirse arrepentido por los daños causados, a más de 10 personas en el sector. En el momento varias personas se acercaron a señalarlo.

Carlos Castellano denunció que antes de que se robara la bomba por la cual lo intentaron linchar, se saltó el bahareque de la residencia que está junto al cementerio Corazón de Jesús, se robó unos bombillos, el reproductor del vehículo que estaba estacionado en el garaje y un chinchorro.

Así como este robo, Miguel ha cometido otros. Ha arriesgado su vida en cada hecho, para luego vender la mercancía. Con el dinero no compraba alimentos sino su droga. La adicción lo destruyó y en varias ocasiones lo ha llevado al borde de la muerte.

Sus familiares están colapsados. “Sé que me quieren matar por ratero pero ni yo mismo sé qué hacer para evitarlo. Solo me queda tener fe, para ahora sobrevivir tras las rejas de un calabozo”.