El diario plural del Zulia

El fantasma de Pinochet

En 1988, el pueblo chileno le dio un mazazo a la dictadura con un plebiscito. Falta de coherencia opositora sostiene al militarato venezolano

“El Chile de Pinochet y la Venezuela de Maduro son regí- menes distintos con cosas en común”, expresaba en 2015, Adriana Lastra, vicesecretaria general del Partido Socialista Obrero Español (Psoe). “Lo que hay que hacer es defender siempre los Derechos Humanos (DDHH), la democracia y la libertad de los pueblos”, decía.

La ONG Provea, advierte en sus más recientes informes que el gobierno de Nicolás Maduro superó los índices de violaciones de DDHH, con 210 muertes en cinco años, en el contexto de protestas, lo que triplica el número de casos de los últimos 21 años.

“Son regímenes distintos pero con cosas en común porque ambos tienen represión y presos políticos”, agregaba la feminista socialista.

El contexto histórico muestra dos gobiernos militaristas, de cortes autocráticos, pero con corrientes ideológicas contrapuestas.

Pinochet llegó al poder en 1973. Aunque con medidas económicas que levantaron la debacle que dejó el gobierno de Salvador Allende, las consecutivas violaciones a los Derechos Humanos y el autoritarismo del régimen, convirtieron el pueblo chileno en oprimido, descontento y desesperado.

Ante sus realidades, los ciudadanos chilenos y los representantes de la oposición al gobierno contaron con una oportunidad para generar el inicio del fin de la era Pinochet: el voto. Fue a través del plebiscito de 1988, cuando el pueblo dijo No, a la continuación de la dictadura. Eso trajo luego, según el historiador Agustín Blanco Muñoz, la esperanza en los habitantes de Chile.

“En todo autoritarismo los pueblos pierden la alegría y el ánimo. El colectivo es tomado por la acción nostalgia y prevalece la pérdida de la capacidad del ciudadano. Por lo general estos son estados que pueden superarse con poblaciones capaces de enfrentar situaciones de autoritarismo y de abrir caminos. Esto fue lo que sucedió en Chile con el Plebiscito de 1988, cuando hubo comunicación entre la oposición y el pueblo. Subió considerablemente el ambiente hacía la esperanza y esto tuvo como resultado la salida de su dictador”.

¿Reacción inesperada?

La oposición en Venezuela tiene dos caras y múltiples corrientes. Los provoto, los abstencionistas que piden condiciones para poder ir a elecciones y los radicales que plantean soluciones intervencionistas o golpe de Estado. Ninguna conecta con el pueblo, cuyo descontento con el gobierno de Nicolás Maduro, supera el 75 por ciento, de acuerdo con la firma Datanálisis.

—¿Es posible lograr lo que sucedió en Chile en 1988 si la oposición se une para las elecciones del 20 de mayo?

—“Sí sería posible una victoria electoral sobre la dictadura, claro que sería posible. Chile lo logró. Pero debo reconocer con dolor que a la oposición de aquí le hace falta una dirección política colectiva. Los chilenos la tuvieron, nosotros, lamentablemente no la tenemos. Los responsables de que Maduro siga en el poder son los dirigentes de la oposición que no han sabido mover las piezas para sacar a Maduro por la vía electoral”, considera Jesús “Chuo” Torrealba, exrepresentante de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), pulmón del Frente Amplio Venezuela Libre.

Cuestiona lo que fue, según su opinión, la incapacidad de los adversarios del Gobierno de administrar la victoria opositora en las parlamentarias de 2015, que le dio a la gente la esperanza de un posible cambio.

Torrealba explica que en su momento, los partidos de la Concertación en Chile, acordaron seguir una línea de conducta y la mantuvieron. “Por eso lograron estar en la línea política democrática y electoral, y vencer, luego de eso se mantuvieron unidos y ganaron en las elecciones. Eso dio buenos frutos”.

Los dirigentes de la oposición venezolana, añade, obtuvieron un triunfo en 2015, y eso los sorprendió porque en lugar de mantenerse unidos y seguir avanzando, se separaron. “Creyeron que ya el mandado estaba hecho y empezaron a pelearse. Empezó la crisis en la oposición. Comenzaron aparecer las ambiciones y se inició el ciclo de la derrota”.

En reciente entrevista Fernando Mires, historiador, califica al caso venezolano como una dictadura militar con fachada civil. “Hay más militares ocupando puestos públicos que los que hubo durante la dictadura del general Pinochet en Chile. Eso lleva a deducir que toda alternativa democrática pasa por la división del ejército. Pero esa alternativa no se va a dar nunca si el ejército no es políticamente presionado. De ahí la importancia de no abandonar la lucha electoral aún a sabiendas de que se va a la derrota”.

No hay tiempo

Para monseñor Roberto Lückert, presidente de la Comisión de Justicia y Paz de la Conferencia Episcopal Venezolana, es difícil que en nuestro país se repita el rotundo “fuera” del Chile del 88. El representante de la iglesia asegura que el gobierno rojo absorbe los poderes y que no tiene límites que lo regule.

"Aunque la oposición convocara a participar en las elecciones del 20 de mayo, habría muy poco tiempo para vender una imagen moderna de un opositor que lidere y que nos saque de esto. Los tiempos no dan”.

El fantasma de Augusto Pinochet parece sobrevivir en la incapacidad de interpretar el clamor popular por parte de los factores opositores.

José Villa, profesor de la Universidad del Zulia y especialista en sondeos electorales, le suma un efecto contrario de la población al escenario de un posible triunfo de Henri Falcón el 20 de mayo. “Si la oposición llamara hoy a votar, probablemente la gente los rechazaría. Ahora, creo que si las condiciones estuvieran dadas y si la oposición completa participara, el resultado sería un 70-30 favor de cualquier candidato opositor. El Gobierno tendrá el poder, pero no tiene piso popular para ganar unas elecciones”.

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