El diario plural del Zulia

Ya no eres el mismo de antes, por Luis Vicente León

Parece una conversación de pareja en crisis. Como una novia o esposa que lo está mandando al carrizo o haciendo una reflexión sincera, que con tristeza anticipa lo que parece ser un final irremediable. El caso es que esta no es una a afirmación positiva, del tipo: “Estás mejor. Me gustas más. Ahora somos felices como las lombrices”. No, que va. “No eres lo mismo” significa, en el argot venezolano, que eres peor, que algo está mal y que pronosticas un mal desenlace.

Piensa un momento como un consumidor venezolano y te pregunto; ¿Eres el mismo?

Me podía imaginar la respuesta, pero igual hicimos esa pregunta a 2.500 personas en todo el país y la respuesta, en el 93,64% de los entrevistados, fue: NO. Y, como si no supiéramos lo que eso significaba, también preguntamos si estaban mejor o peor. Resultó que el 97% de los entrevistados dijo que su vida ha empeorado. ¡Qué sorpresa!

Considerando que tenemos la inflación más alta del mundo. Donde la producción nacional y la inversión se desploman. Con niveles de escasez de productos alimenticios regulados de precios en la ciudad de Caracas por encima del 80% en establecimientos comerciales. Donde las empresas de medicamentos anuncian fallas de más de 75% de sus productos y el ministro anuncia, con bombos y platillos, la llegada de algunos barcos, como si estuviéramos en una etapa postguerra, terremoto o huracán. Con el índice de confianza de los consumidores ubicándose en el nivel más bajo de la historia de estas mediciones en Venezuela. ¿Cómo no va a estar peor el consumidor?

La caída de consumo privado se acerca al 10% en términos reales. La variedad de productos es inexistente y el consumidor perdió su capacidad de elección. Hay que darse con una piedra en los dientes cuando consigues leche, de manera que discutir sobre la marca que te gusta es un ejercicio estéril. Muy simple, tienes leche si hay leche. Pero además, ese consumidor afortunado ha debido hacer muchas horas de cola para comprar esa leche o pagado a un bachaquero veinte veces el precio regulado o a un rebachaquero “Deluxe” (que tampoco hace cola sino que le compra a un bachaquero simple) más de cincuenta veces el mismo referente.

Con esto en mente, vale la pena añadir algunos datos que grafican la vida de un venezolano común. Su ingreso ha caído 30% en términos reales en lo que va de año. 79% indica que si tuviera una emergencia médica no podría pagarla ni con su sueldo ni con sus ahorros, claro, eso suponiendo que hubiera equipos de salud y medicinas. Menos de 8% de los venezolanos tiene ahorros para la vejez, en un país donde la seguridad social es un chiste. En el 82% de los hogares se ha dejado de reparar un baño o una cocina porque no hay plata para pagarla y cuando no hay goteras es porque no hay agua. 21% reporta tener algún carro parado por falta de repuestos o dinero. El 27% de la población indica hacer menos de tres comidas al día y el 68% haber hecho cambios sustanciales en su costumbre de alimentación para compensar la escasez o ahorrar dinero.

El 79% de los venezolanos indican que están en incapacidad financiera de ayudar a sus hijos a pagar sus estudios universitarios, incluso los de matrícula gratuita y sólo 7% indica que podría hoy comprar un carro nuevo. El 71% de los tarjetahabientes reconoce usar su tarjeta de crédito para comprar comida y la mayoría sólo paga la cuota mínima al principio del próximo mes.

El único consuelo que queda a esos consumidores, apaleados por la crisis, es que si se encontraran, frente a frente, al presidente Maduro, podrían decirle, sin lugar a equivocarse: “Tú tampoco eres el mismo de antes… y si lo quieres probar, mídete en un Referéndum y verás

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