El diario plural del Zulia

Una casa en ruinas, por Julio Portillo

Venezuela es una casa en ruinas. Un pueblo vejado, escarnecido, que se encuentra en el momento más indignante de su historia. De todas partes del mundo le dicen a Maduro que retroceda, retire ese adefesio de la Constituyente, que no reprima más a su propia gente. Pero sin prestigio ni talento para gobernar, se ha convertido en el símbolo y compendio de todos los vicios de un político.

La atención del mundo sigue puesta en lo que sucede en Venezuela. El papa Francisco y los Primeros Ministros de Alemania, España e Italia, Merkel, Rajoy y Gentiloni, no han podido cerrar los ojos y dejar pasar lo que sucede en este país suramericano. Le piden al dictador que haga elecciones, que respete el Parlamento, que no convoque a un cambio de constitución para hacerse una a su medida.

Los presidentes de Estados Unidos, Perú y Panamá tampoco han podido permanecer callados. Expresan el pesar de ver a una Venezuela en bancarrota. Una parte de la población comiendo de bolsas de alimentos que regala el régimen para saciar el hambre unos días.

Por las televisoras pidiendo en lo que se llama “servicio público” medicinas para los enfermos. El Gobierno para mantenerse en el poder vendiendo bonos a precio de gallinas flacas. Las reservas internacionales de Venezuela han llegado a $ 10.182 millones. La cifra más baja en la historia económica del país. El dólar se cotiza a Bs. 8.000.

Países vecinos, como Colombia, Brasil, Panamá y República Dominicana, alarmados por la creciente y silenciosa inmigración de venezolanos que huyen de su tierra. Españoles, italianos y portugueses regresando a sus países por la destrucción de la economía venezolana que ellos ayudaron a construir. Venezolanos hacinados en Chile, EE. UU., hasta en los países árabes por la falta de trabajo y libertad en la patria de Bolívar.

Ante este ruinoso panorama no puede haber compás de espera, a este caótico estado no lo pueden remediar unas elecciones para gobernadores y alcaldes, convocadas como caramelito de cianuro que entretenga a la oposición, ante el indetenible propósito de la revulsión de la nación. Hay que purgar al país de la plaga de la dirigencia chavista que arruinó el país. La honda agitación que recorre a todos los pueblos de Venezuela no puede apagarse sin defenestrar del poder a Maduro y sus secuaces que han masacrado a la población civil, deportaron en masa a los colombianos en la frontera tachirense, han destruido la propiedad privada en espantosos allanamientos ilegales, como ha sucedido recientemente en las Torres del Saladillo, en Maracaibo y en las Residencias Los Verdes, en Caracas, donde destrozaron vehículos, ascensores, rejas, apartamentos, ante ciudadanos indefensos.

Esta es una tiranía sin perdón de Dios. Han quebrado al país y lo han sacrificado por un egoísta interés de mantenerse en el poder. Mientras la propaganda de la constituyente alaba a Maduro, el pueblo se empeña en gritarle que se vaya.

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