El diario plural del Zulia

Una aventura afanosa, por Jesús Salom Crespo

La juventud es como un aire fresco que necesita respirar el país y las instituciones universitarias para pensar en el futuro. En el caso de la Universidad y la del Zulia en particular, ellos representan el espíritu de lucha y la posibilidad de cargar de nuevos ánimos a una estructura pesada e inmediatista, que se ha vuelto efectista pero no es capaz de introducir las transformaciones requeridas para trascender la rutina de la cotidianidad, que se traduce en un permanente agotamiento. Un agotamiento que no es producto de la indiferencia sino de la manera como se realizan los esfuerzos.

En este sentido, es menester dar una mirada crítica a los problemas que aquejan a ese grupo etario, con el fin de presentar propuestas de cambios en la política institucional (y lo que ello supone) para elevar el sentimiento de pertenencia a la institución, habida cuenta del fenómeno de la migración que desangra al país al dejarlo huérfano de futuro, a la vez que se alimente financieramente a los programas existentes y por crear, mediante la búsqueda de fuentes alternas de financiamiento que coadyuven al mejoramiento de la calidad académica y viabilicen el rompimiento del círculo vicioso en que se ha convertido la dependencia extrema de la asignación presupuestaria del Gobierno nacional.

Con estas medidas también podremos dar un aliciente al profesor universitario, creando las condiciones que favorezcan su permanencia en el país y la unión familiar. Se estaría enviando un mensaje a la sociedad y al Gobierno nacional, de que es imprescindible la conjunción de esfuerzos con la universidad para realizar cambios en la política pública universitaria, que impacte positivamente al estudiante y al profesor, al ofrecerles la posibilidad de alcanzar una mejoría en su calidad de vida.

Los momentos complejos que vive Venezuela, nuevamente levantó los ánimos de los estudiantes, quienes resurgieron como el ave Fénix y capitaneados por líderes estudiantiles universitarios íntegros (apasionados, radicales y honestos) se han adaptado a las nuevas circunstancias y en conjunto con la sociedad, innovan los métodos para exigir el cumplimiento de sus derechos inalienables. Sus luchas son por lograr condiciones adecuadas que permitan a la población cubrir sus necesidades básicas y a ellos, una educación de calidad. No quieren dádivas ni ser peón en un tablero de ajedrez político; quieren, simplemente, hacerse participes de la reconstrucción del país. Con los pies plantados sobre la tierra, alzan su voz por un regreso a la democracia, la autonomía universitaria y una libertad sin cortapisas.

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