El diario plural del Zulia

Trinchera de esperanzas, por Jesús Salom

El pasado lunes 21 de noviembre se conmemoró el Día del Estudiante Universitario. Rebelde, crítico e idealista por naturaleza, su aspiración de cambio de la sociedad y de la universidad misma, constituye una fuerza que con el ímpetu de su irreverencia las interpela; aunque siempre choca con el duro muro de una realidad que no avanza en los mismos tiempos que ellos. Como consecuencia, alzan su voz de protesta en estrategias de calle, manifestando con la cara destapada y al viento.

Sin mayores diferencias en cuanto a sus exigencias, los universitarios de hoy son los mismos de 1928, los de 1957, los de la democracia y en el caso de LUZ se remonta a la lucha por la reapertura de nuestra institución. Siempre precisan respuestas a sus angustias, especialmente en los tiempos que corren en los que su aspiración de cambio es contenida por una realidad totalitaria que desmiembra a las familias y a las universidades en pro de una diáspora mundialista que vacía al país. Así, las palabras de Rubén Darío en Canción de Otoño en Primavera (“juventud divino tesoro, / ya te vas para no volver!”) resuenan como un eco insoportable, pues estamos perdiendo no solo a profesionales altamente cualificados sino a jóvenes que prefieren cursar estudios en universidades del exterior donde su educación profesional solo tendrá los límites que se autoimpongan.

Los estudios en las más prestigiosas universidades del mundo no es un problema pero si lo es la probabilidad creciente de que ese capital humano no regrese al país y eso si es una tragedia. El detonante de esa situación es la catastrófica política pública nacional.

El crecimiento endógeno propuesto por el Gobierno, en sí no es malo; lo es el reduccionismo de lo superior a lo básico que también se aplica a la universidad. No se puede perder la perspectiva telescópica –como señala Orlando Albornoz para tratar de mirar el mundo cara a cara–, por una perspectiva que impide ver más allá de nuestras narices. A eso se reduce la política universitaria gubernamental y por ende, los insistentes ataques a las universidades autónomas para que se plieguen al vigente modelo político-económico y puedan tener “pertinencia social” en su quehacer.

A pesar de las amenazas del Ejecutivo nacional, del estado ruinoso de la universidad autónoma y su retrasada reforma, celebramos con los estudiantes su fe irreductible en que las luchas libertarias de hoy ofrecerán en una universidad mejor, en un país de oportunidades y desarrollo sostenible. ¡Felicitaciones!

 

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