El diario plural del Zulia

Simón García // Voto, lucha y cambio

Henry Ramos, líder de un partido  fundamental para marcar el rumbo del país, llama a votar. Recuerda que la política, como la naturaleza, aborrece el vacío y que cada posición abandonada sin resistencia es un espacio perdido. Su llamado reposiciona a AD con uno de sus fundamentos históricos, porque internacionalmente la socialdemocracia nació en la defensa del voto como herramienta de lucha y cambio.

Los dirigentes de AD sostienen y confirman un deseo mayoritario: impedir el choque armado entre venezolanos. Esa mayoría, que opta por un entendimiento, está conformada por militantes de todos los partidos opositores y buena parte del PSUV, cogollos abajo.

No debe haber confusión: el país quiere votar con nuevo CNE, observación internacional y rehabilitación de tarjetas y candidatos. No debe haber temor para afirmar que la herramienta y el medio óptimo para iniciar cambios en paz es participar en elecciones, cuyos resultados y mandatos sean  respetados por el poder.

Toda dictadura distorsiona el voto porque le tiene miedo. En las consultas electorales de Cuba sólo hay un partido y una lista. No se permiten elecciones plurales y libres porque la dictadura sabe que si puede salir con votos. Es a la inversa: las dictaduras eliminan o neutralizan el voto, las democracias lo necesitan para existir como tales.

La primera revolución comunista, Rusia de 1917, comenzó con un golpe de Estado de bolcheviques, que siendo minoría en el parlamento derrocaron a un gobierno de transición dirigido por un socialista. Se acabaron las elecciones imparciales y plurales.

Los bolcheviques se hicieron dictadura contra el Estado de derecho y apoyando su legitimidad en la intervención coercitiva del Estado y el monopolio de las armas. El voto, fuente de legitimidad en las democracias, pasa a cumplir en las dictaduras el rol de arma secreta para para deslegitimar a ese tipo de regímenes. Ejercerlo es un imperativo para los demócratas.

La mayor y más destructiva fuerza autoritaria está en el gobierno. Pero entre quienes propician fantasiosas salidas violentas y profundizan el simbólico poder dual, también existen núcleos autoritarios. Su expresión más relevante es la ambición de hegemonizar a la oposición e imponerle la abstención a la mayoría.

Pero la intuición popular sabe que el escenario electoral es el terreno donde se puede derrotar al gobierno y que a partir de una victoria contundente se pueden desplazar a los extremismos que bloquean el acuerdo en torno a un plan a 15 años para asegurar gobiernos de integración nacional capaces de acelerar la reconstrucción de Venezuela con estabilidad, unión plural y apoyo internacional..

Requerimos una política transicional que contemple elecciones, parlamentarias y presidenciales, producto de un consenso y no de la imposición del régimen. Votar no es resolver los problemas  – como lo señala Sartori – sino seleccionar a los que van a resolverlos. Es sólo un primer paso hacia la democracia.

Un acuerdo para realizar elecciones libres uniría al país en torno a un programa de cambios y una oferta de sociedad con la que Maduro no podría competir con sus fracasos. Y Mambrú, no tendría con qué irse a la guerra.

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