El diario plural del Zulia

Simón García | Hacia la otra política

El presidente encabeza la lucha contra la corrupción de su régimen porque lo obliga su cargo y la repulsa del chavismo de base a las insultantes formas de vida de unos personajes que ya constituyen una inadmisible burocracia soldada a la alta corrupción.

Las respuestas reactivas y las versiones simplificadoras del hecho, aún si están en lo cierto, no nos sirven. Desperdician la oportunidad de buscar una política dirigida por el sentido de país más que ser oposición.

La fórmula básica es sencilla: menos cálculos propios y más responsabilidad; menos hegemonía y más pluralismo; menos odio y más reconciliación; menos retórica y más autenticidad. Es lo que espera la mayoritaria aspiración de cambio para hacerse emoción colectiva, activa y aglutinadora.

Los ciudadanos están contra una mala praxis política, no contra la política.

La confianza del país en los políticos puede recuperarse si se aportan los embriones de una nueva manera de comunicar y hacer otra política. Dejar atrás el espectáculo de canibalismo y las acciones frustrantes de dirigentes que pretenden salvarse de su naufragio hundiendo a otros.

Para superar el desencuentro existencial entre objetivos de la oposición y objetivos de la sociedad, nos hace falta un Ricardo Lagos. Una figura que le de prioridad al acuerdo de partidos, independientes, dirigentes de la sociedad civil y ciudadanos descontentos con las dos caras del statu quo.

El deseo de la mayoría está claro: votar por un cambio político que abra una nueva época. Un cambio seguro que ofrezca una gobernabilidad estable con el respaldo de chavistas, opositores y no alineados. Una coalición para convivir y vivir mejor cuyo primer propósito sea devolver bienestar a todos los que lo perdieron y a los que se sobreponen a estos años de pérdidas y ruinas.

Ese país y esa otra política está de pié en el símbolo de los maestros, del personal de salud, los jubilados o los que buscan inventarse un ingreso que ya el gobierno no puede honrar.

Ese cambio a otro país parece imposible. Muchos afirmarán que no ven ninguna señal del régimen favorable a la transición y tienen razón. Pero uno de los objetivos alternativos es convertir la campaña electoral en acciones orientadas a una transición que permita a todos los venezolanos convivir y vivir mejor.

Si la meta parece lejana, hay que concentrarse en acercarla. Hay mucho por hacer.

Lo primero es impedir el retorno a los extremismos o a una conducta que produzca enemigos en vez de aliados. Es un resultado opuesto a los fines de la política.

Si abrimos camino a la reconciliación avanzaremos hacia el cambio y dejaremos de pensarlo como una vuelta a la tortilla que mantendrá el descenso destructivo.

La principal solución es conformar una alternativa plural, sin exclusiones que encarne y convenza que aplicará un nuevo modo de ganar y gobernar.

Ese proyecto debe contar con el chavismo oficialista, con sus sectores disidentes y con sus bases populares que están objetivamente colocadas en la oposición, aunque no puedan expresarlo en un clima de polarización. Su participación, de alguna forma, en la conformación de una alternativa de cambio con reconciliación garantiza la conjunción en los empeños de re-composición del país y reconstrucción de su institucionalidad.

La oposición debe salir de su trampa virtual y de su creencia ilusoria en un cambio instantáneo de gobierno.

Hay una oposición que sobrevivió a su fracaso y que debe abordar el proceso electoral como una nueva oportunidad para reconstruirse y fortalecerse mas como alternativa que como oposición tradicional.

Situar a la oposición en otra política es la decisión para ganar.

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