El diario plural del Zulia

Simón García // El adiós al engaño

El 2 de mayo, estuve por segunda vez como ponente en un Foro del Frente Amplio de Ciudad Bolívar y Caroní. Ellos cumplen una labor de animación del debate político que llegó a su 81 sesión semanal. La cifra prueba sus constancias, queda por ver si tal virtud, ajena a políticos de relumbrón, la premiará Dios.

Un tema en debate fue el de astucia y política. Bajo cuáles formas se expresa la astucia en un complicado cuadro político, cuyos componentes más relevantes son, desde mi observación, cinco: las incertidumbres, la profundización de las crisis, el peso de conductas anacrónicas y la evidente renuencia de la oposición a dejar de serlo.

La astucia dominante, por ser la que ejecuta la fuerza que monopoliza al Estado, instala en el cerebro de la mayoría el apoyo o la indiferencia respecto a la autocracia.

Pero inexplicablemente, a pesar de la formación y experiencia acumulada en las direcciones opositoras, es imposible un consenso sobre la naturaleza del régimen y cómo confrontarlo. Se añade la desatención a la gente que se queda sin quien la represente.

Cuando Maquiavelo aconseja al político que cultive los atributos del zorro y el león, insiste en el carácter protector de la astucia: el zorro sabe cómo evitar las trampas y el león cómo defenderse de los lobos. Pero aún en modo defensivo, la astucia no puede despojarse de su carácter relancino y engañoso, propio de la política como juego a las “paradas”.

La treta, pieza de la astucia, ofrece un aire de más inteligencia, según nos dice el DRAE: “artificio sutil e ingenioso para conseguir algún intento”. Es el sentido que aprendemos en primaria cuando leemos la argucia de Páez para vencer en las Queseras del medio. Una astucia al servicio de un fin bueno, pero ¿cómo saber el límite donde el engeño se hace puro engaño?

Lo cierto es que el peor de todos los engaños es el que fabrica uno mismo. Ese es el papel de las ilusiones, cuando las políticas buscan desenlaces sin los medios para alcanzarlos o se proponen obtener ventajas de imagen sobre otras fracciones opositoras. En esos casos la estrategia derivada de la reflexión sobre el país se evapora y se disminuye a dogmas difíciles de remover, a pesar de las evidencias de que constituyen el trayecto más corto para repetir otro fracaso.

Los políticos fundadores de los partidos modernos pensaban y hablaban en venezolano. Su pasión intelectual consistía en comprender el país, en tener una noción sobre su futuro y difundir ese pensamiento para persuadir a la sociedad de las ventajas de entrar al siglo XX, a la industrialización, a la urbanización, a la democracia con justicia. Emancipar desde la civilidad.
Hoy estamos de nuevo en el siglo XX, hundidos en barbaries. Aplastados por un distanciamiento civilizatorio que se hace cada vez mayor, en aspectos claves como la educación, la investigación, el diseño de una alternativa económica al modelo rentista, el mínimo funcionamiento de servicios básicos desde la salud a la electricidad o la posibilidad de ejercer a plenitud los derechos de la ciudadanía.

Desde esa realidad hay que repensar a la oposición que hay que recomponer, comenzando por un definitivo adiós a al mito de llegar a Miraflores en un tanque y el empeño de actuar para favorecer que Maduro sea el ganador de las elecciones del 2024. Entonces, la astucia y sus engaños no bastan.

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