El diario plural del Zulia

Se acabó el mito, por Manuel Ocando

Fidel Castro se ha despejado de la última pieza que le ataba a la realidad, su propio cuerpo. Su cuerpo muerto, vacío, el caparazón que ha tenido como inquilino a un mito, un ser concebido por aquellos quienes quisieron ver en él un mesías y por quienes encontraron en su rostro, el barbudo rebelde que necesitaban para alimentar su discrepancia ideológica. Nunca fue importante quién era, lo importante siempre fue hacer juicios sobre la perversión y la maldad de la dictadura impuesta en Cuba durante todos estos largos años.

Su legado, un país en ruinas, un régimen totalitario, de prohibiciones y control policial sobre la población, educación adoctrinante, y de falta de libertades. En el plano político se destaca también la represión a la disidencia, la intolerancia, la falta de elecciones libres, un sistema político que nunca admitió más que al partido comunista y una nación sin libertades donde los jóvenes no quieren vivir. La alimentación y el déficit de vivienda centran hoy día en Cuba los problemas de la vida diaria. Aunque los cubanos tienen una canasta básica subsidiada, es insuficiente y deben comprar muchos alimentos en tiendas, pagando mucho más caro. Según datos oficiales, las familias emplean el 80 % de sus ingresos en alimentos.

A menudo se ha culpado al bloqueo de EE.UU. del empobrecimiento cubano. En verdad, el progresivo desplome del castrismo obedeció al declive de la Unión Soviética, que cada año inyectaba fondos equivalentes al 30 % del PIB isleño. Hoy, Cuba es libre de comercializar con cientos de países y, de hecho, el comercio supone el 40 % de su PIB. Sin embargo, la producción de la isla es tan primaria que Cuba es un actor muy marginal en la globalización.

El problema no radica, por tanto, en el bloqueo de Estados Unidos, sino en el atraso económico que ha generado el socialismo. Lo podemos ver, por ejemplo, con el azúcar y los cigarros sus principales productos. Si bien en 1958 había una producción de azúcar equivalente a 859 toneladas por cada 1.000 personas, hoy esta cifra es de apenas 106, ocho veces menos. Algo parecido ha ocurrido con los cigarros, desde 1958 hasta hoy, su producción cayó de 92 mil a 26 mil por cada 1.000 personas, 3,5 veces menos.

Y en cuanto a los tan presumidos alcances en salud del régimen castro-comunista, también hay que enfatizar dos importantes argumentos. El primero, que en 1958 antes de llegar la revolución, los indicadores en salud eran muy similares a los países desarrollados, Cuba tenía una cama hospitalaria por cada 190 habitantes y un médico por cada 980 habitantes, es decir, para aquel entonces cumplía con las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud.

Y el segundo es que no debe ser tan avanzada su medicina cuando en el año 2006 tuvieron que recurrir al jefe de cirugía del Hospital Gregorio Marañón de Madrid para que volara urgentemente a Cuba e intentara arreglar la situación de salud del dictador después de haber sido intervenido en la isla.

Pero, a pesar de lo contundencia de los hechos, los quiméricos partidarios del comunismo como vía para alcanzar el paraíso en la Tierra todavía argumentan, para salvar su devoción comunista, que el sistema cubano es un modelo digno de imitar.

Se acabó el mito, el hombre que decidía según la bloguera cubana Yoani Sánchez “desde aquello que debían comer los cubanos diariamente hasta el contenido incluido en los libros escolares”, y ha dejado un país en ruinas producto de sus creencias, pensamientos y acciones.

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