Rodrigo Méndez // Encontrar a Venezuela
Se va el año, comienzan su cuenta regresiva y el resultado final a unos agobia; a las malas llenas de alegría.
Las hojas del calendario van al canasto, así también lo andado en cada día.
Lo vivido pronto es cosa del pasado, cada ciclo deja su huella y nos marca para mostrar al terminar la vida.
Hay rastros que no logro borrar, se almacenan como riqueza mal habida, así fue el año de la presurosa partida. Sin un adiós, como paria salí sin despedida.
Los recuerdos son la evocación fugitiva de mi tristeza, que como manada de lobos, aúllan a la luna. Cada noche despejan el sueño, lo espantan, espíritus de sombras se alternan la vigilia.
Cuanto orgullo sentí por Venezuela, más no la cuidé y lloro lo que como hombre no defendía.
Fue mi patrimonio, el pedacito de tierra muy mía, el lar del fogón con su ritual de cocer los alimentos de las crías.
Quisiéra despertar y fuese un sueño, una pesadilla, más no es así.
Esa desgraciada hora que trajo a los verdes, nos arrebata el alma, la esperanza pérdida, la ilusión de recuperar lo nuestro.
Desde el amarillo oro que en las entrañas de Amazonas, El Delta y Bolívar arrebatan de las manos de nuestros indígenas y le dejan solo ruinas.
Desde el azul cielo, el cuarzo, el mar y el lago. Que devastando su riqueza lo han ido secando.
Y desde el Rojo con que han teñido las calles y los Campus, con la sangre derramada.
Vivan nuestros mártires, viva Oscar Pérez, viva Rada, Viva Alban, son nuestro pueblo
Nunca morirán, marcaron la senda por donde hallemos a Venezuela.