Ramón Guillermo Aveledo // GPS Democrático
La solución política a la grave crisis venezolana pasa por la convocatoria a unas elecciones libres, limpias, en condiciones aceptables para todos los competidores. Ese proceso requiere de un árbitro. Éste, por definición, no puede ser jugador de ningún equipo. ¿Aceptaría el Caracas un umpire del Magallanes? ¿Sería lógico que el Barcelona pusiera el árbitro que pitará el juego con el Real Madrid? Con más razón en la justa electoral, y máxime en las que tenemos por delante, donde tanto hay en juego.
El tiempo, único recurso natural verdaderamente no renovable, se nos viene encima, así que nuestros líderes, tienen ante sí un desafío mayor. Y no sólo me refiero a los líderes de quienes como yo aspiramos a un cambio que enderece al país por rumbos de paz, democracia y prosperidad, sino a aquellos que sostienen que el país va estupendamente y que los pocos problemas que tenemos se deben a la guerra económica o el acoso imperial y que lo que necesitamos es mayores dosis de revolución.
Completó la comisión de la Asamblea Nacional, el órgano con titularidad constitucional para designar rectores del CNE, la escogencia de los representantes de la sociedad civil en el Comité de Postulaciones, un acuerdo entre la mayoría parlamentaria y los diputados del Polo Patriótico coincidió en los diez nombres de una lista que naturalmente, ha recibido observaciones e incluso críticas, pero que ya significa que se ha dado un paso en la dirección de unas elecciones cuyos resultados resulten aceptables para todos. Eso, en la Venezuela de nuestro tiempo, signada por la desconfianza, no es poca cosa.
Buena noticia, cierto, pero ahora es cuando faltan muchas más. Decisiones claves están por tomarse, hay que dar pasos indispensables que pondrán a prueba la buena fe de las partes y la credibilidad del proceso. Credibilidad que se irá construyendo y que debe ser cuidada celosamente. La credibilidad es como la brújula de este viaje que si bien es corto, puede ser muy accidentado. Obstáculos, derrumbes, pavimento resbaladizo, deslizamientos, desvíos y retrasos. Con cualquier cosa podríamos encontrarnos, incluso incendios, como se ha visto.
Ahí es donde los conductores deben demostrarnos que saben a dónde van, que el destino es una democracia para todos, con plena vigencia del Estado de Derecho. La Constitución es el GPS democrático. Ella va a decirnos cruce, deténgase, avance y, al final, ha llegado a su destino. Es lo mejor para todos.