El diario plural del Zulia

Quienes se creen dioses no siempre cambian la historia

El título se lo debemos a un breve trabajo de Asdrúbal Baptista donde reflexiona sobre el grande hombre o héroe. Y viene al caso por las actuales circunstancias de la pavorosa crisis en Venezuela en que la idea del caudillo militar o civil termina por capitalizar todas las miradas en torno a una sociología cuya precariedad es el caldo de cultivo de todos nuestros extravíos.

En Venezuela el Pueblo es sólo una mención condescendiente desde un poder ilimitado que las leyes aún no terminan de restringir desde una conveniencia social que de verdad involucre a las mayorías. Además, estamos en presencia desde el año 1998 hasta el día de hoy de un poder malsano y dañino cuya grandeza histórica pretendida sólo se sostiene desde una retórica de la propaganda como mentira pomposa. El héroe tutelar, en nuestro caso Simón Bolívar, transmigra hasta el gobernante de turno haciendo de su autoridad mediocre un hecho incuestionable: el reino de la insensatez.

Así como Hegel creyó que Napoleón encarnaba el espíritu del mundo, nosotros los venezolanos, huérfanos de pasado indígena e hispánico, hemos asumido a Simón Bolívar como su equivalente, nuestro tótem fundador revestido de un cuerpo doctrinal impoluto fundamentado en una estructura heroica. En realidad, la mayoría de nuestros políticos y gobernantes, nunca han asumido con la seriedad del caso ese legado bolivariano. Incluso, hay sospechas serias, que el mismo es más una construcción ideológica (falsa conciencia) que un sincero plan republicano civilizador.

No es precisamente la racionalidad lo que distingue las actuaciones de los grandes hombres en la historia. La locura gloriosa es un designio de casi todos ellos. Además, el héroe no actúa en un cuarto cerrado y sin vistas, necesita del entorno social. Y sí el reto social no existe el héroe tampoco haría falta. “La grandeza histórica es un asunto que tiene que ver con el carácter de los tiempos”.

Hoy, en la Venezuela arruinada por la hegemonía chavista, todo el cuerpo social increpa desde la desesperanza/esperanzada el arribo de ese líder prometeico capaz de conducirnos hacia derroteros más amables que ponga fin al caos aniquilador, y con ello, sanar las muchas heridas. Existen las “condiciones objetivas” de un momento excepcional junto al “esfuerzo sobrehumano” del héroe: lo social y lo individual en una atadura misteriosa que diseña todo un camino hacia la liberación. “El hombre grande es aquel que sabe expresar en palabras la voluntad de su época, decirle cuáles son sus deseos, y conseguirlos. Lo que él hace es corazón y esencia de su época, dándole así realidad”. Hegel

 

 

 

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