El diario plural del Zulia

¡Pobres pensionados y jubilados!, por Antonio Pérez Esclarín

El Gobierno decretó un nuevo aumento del salario mínimo y del bono de alimentación, lo que equivale a reconocer su incapacidad para detener la inflación que, en Venezuela, es la mayor del mundo. Lo peor del caso es que estos aumentos, que de ningún modo corresponden a una mayor productividad o al saneamiento de la economía, equivalen a echarle gasolina a la hoguera de la inflación, hasta el punto que algunos señalan, que si no se ataca la raíz del problema y se sigue produciendo dinero inorgánico, en el 2017 la inflación puede llegar a cifras astronómicas de hasta varios miles.

En una economía tan inflacionaria, todo aumento de sueldo enseguida es devorado por la inflación, que previamente acabó con los ahorros. Porque, ¿quién puede vivir hoy en Venezuela con un salario mínimo de unos 27 mil bolívares? Te añaden que el salario total, incluyendo el bono de alimentación, alcanza los noventa mil bolívares, y se regodean con esta cifra aparentemente ampulosa de unos bolívares que no alcanzan para nada.

Además, no todo el mundo disfruta de ese bono. De hecho, los pensionados, a los que sistemáticamente se les ha negado el derecho al bono de alimentación y de medicinas, después de haber trabajado toda su vida y haber cotizado al seguro social, están condenados a soportar una vejez de mendicidad y carestía. ¿Cómo es posible que un pensionado o un maestro jubilado del Ministerio de Educación, o un trabajador cualificado de cualquier empresa por prestigiosa que sea, gane menos que el bono alimentario de cualquier trabajador? ¿Qué aberración absurda es esta? ¡Pobre país que maltrata de este modo a sus ancianos! Ante la injusticia de la situación, el Presidente se apresuró a anunciar que este año los pensionados recibirían tres meses de aguinaldo, lo que no llega ni siquiera a un mes de salario mínimo más el bono de alimentación.

He escuchado a algunos voceros del Gobierno reconocer que, con este salario, es imposible obtener los productos necesarios a los precios especulativos de los bachaqueros o de los productos importados de otros países. Y se apresuran a añadir que por ello, los CLAPS están llegando cada vez a más familias y que la crisis económica se está resolviendo. Pero, ¿dónde están esos CLAPS y a quiénes llegan? Vuelvo a repetir que en la zona popular donde yo vivo, en el barrio Sierra Maestra del Municipio San Francisco en Maracaibo, los CLAPS solo pasaron una vez, hace ya unos tres meses. Otra terrible incongruencia es que la tarjeta socialista, fijada ahora por el Presidente en 39 mil bolívares, y entregada por él según su realísima voluntad, es mayor que el salario mínimo y que la pensión.

Me parece muy bien que se quiera ayudar a las personas más necesitadas, siempre que no se tenga como criterio la fidelidad politiquera, pero ¿cómo van a pagarles más a los que nunca cotizaron que a los trabajadores pensionados que sí cotizaron?

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