El diario plural del Zulia

Periodistas y medios al paredón, por Vladimir Villegas

No pocos afirman que en Venezuela estamos en una dictadura, entre ellos, quienes le reprochan a los medios audiovisuales y radioeléctricos no mostrar lo que está ocurriendo en las calles de Venezuela. Dicen que estamos ante un régimen dictatorial, pero le exigen a los medios que actúen como si viviéramos en una situación de normalidad democrática e institucional.

En los últimos días varios colegas periodistas han recibido agresiones verbales y físicas por laborar en medios televisivos privados. Algunos manifestantes les han dado precisamente el trato que dan las dictaduras o los regímenes que se apartan de las prácticas democráticas. Los empujan, los insultan, los corren, les impiden hacer su trabajo. De paso los llaman cobardes. Eso les ocurre en las marchas opositoras. Y no pocas veces son tratados de similar forma en las movilizaciones oficialistas.

Es un tema espinoso. Pero hay que abordarlo. No hay condiciones para un ejercicio pleno de la libertad de expresión e información en Venezuela. En primer lugar existe un marco jurídico que coloca en situación de fragilidad a medios que dependen de concesiones otorgadas por el Estado, muchas de ellas vencidas desde hace años o por vencerse, y si son renovadas es por un lapso absolutamente breve. También están limitados por serias regulaciones a los contenidos . Esa es una realidad que no se puede ocultar. No puede entonces equipararse las condiciones de trabajo en medios digitales y en las redes sociales con el que se puede hacer hoy, en el contexto de la Venezuela actual, en los medios audiovisuales, sobre todo en aquellos que tienen la concesión vencida y de paso están sometidos a procedimientos administrativos sancionatorios.

Esa fragilidad, obviamente, pesa una tonelada sobre las líneas informativas en los medios audiovisuales y radioeléctricos, que no son victimarios sino víctimas de las actuales circunstancias. Eso lo sabe la mayoría de los dirigentes políticos opositores que acuden a sus espacios, y que entienden que a no ser por la prudencia, el cuidado, o incluso el saber contar hasta diez o más frente a las condiciones adversas en las cuales se trabaja, muchos de esos medios hoy tal vez no estarían al aire. Para algunos, muy respetables, es simple “culillo”. O una simple postura acomodaticia. Pero veamos el asunto desde otro ángulo. Detengámonos en el esfuerzo que se hace para sortear las dificultades que a diario nos toca vivir.

Apartemos el hígado, o los cojones, y aprendamos a leer entre líneas. En una circunstancia como la actual, de serias restricciones para el ejercicio del periodismo, caben las más diversas opciones. Una de ellas la de arriesgarlo todo, la de poner el pecho e inmolarse, como no lo hicieron en su momento algunos dueños de medios que prefirieron vender o negociar con el Gobierno luego de haber asumido posturas de enfrentamiento radical. Es válida, pero a la vez, y viéndolo en frío, poco práctica, porque en nombre del heroísmo se decretaría la muerte inmediata de ese espacio, con todo lo que ello implica. Otra opción es la de apostar a mantener una ventana abierta, pequeña, insuficiente, pero ventana al fin, a través de la cual, con todos los obstáculos y amenazas existentes, siempre habrá oportunidad para que al menos una parte de la realidad salga a flote.

Ese es el dilema de hoy para quienes estamos en medios radioeléctricos, unos como anclas, otros como reporteros, y también es un dilema que ataca a los propietarios. Cada quien, es así, actúa desde sus circunstancias y particularidades. Sobrevivir en estas condiciones puede ser visto como un acto de cobardía . Yo lo veo como una forma de cumplir, en las peores condiciones, con al menos parte de la misión. No la cumplimos en su totalidad, es cierto. Pero por razones ajenas a nuestra voluntad. ¿Que no tenemos ganas de gritar y de quejarnos? Por supuesto que sí. De eso no cabe duda. Los periodistas también somos ciudadanos y, algunos, desde el silencio, libran batallas que también dan sus frutos.

Muchos de nosotros también nos valemos de las redes sociales y de los espacios que nos brindan medios impresos o digitales para expresar nuestros puntos de vista. Para fijar posición sobre lo que ocurre en el país. Ya como una opinión personal que no tiene por qué comprometer al medio en el cual laboramos. Es una opción en medio de estas restricciones, y lo hacemos mas para estar tranquilos con nosotros mismos que para complacer a quienes se pretenden convertir en un implacable tribunal de cuentas, en la Inquisición disfrazada de defensa de la libertad de expresión.

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