El diario plural del Zulia

Militarismo siniestro, por León Sarcos

“Es inevitable que todo aventurero político se crea un héroe y que razone que sus propios desmanes son prueba fehaciente de que lo es”. Esta expresión del maestro Borges, dicha en algún momento cuando se le preguntaba acerca de dos tiranos, Rosas y Perón, por quienes no guardaba ningún respeto, ilustra bien la imagen del nuestro: Hugo Chávez, demócrata por conveniencia y tirano por naturaleza. Su verdadera vocación nunca fue de militar, sino no hubiese confesado que de subteniente ya tenía deseos de abandonar la carrera, aunque si tenía claro, dada la tradición militarista históricamente existente en América Latina, que penetrando esta institución era la única forma de que la izquierda radical heredera del castrismo accediera al poder. Hugo Chávez era un aventurero político de nuevo cuño, con coraje psicótico, ignorante hasta el delirio, como bien lo calificara Uslar Pietri, muy maltratado en su niñez y adolescencia lo que dejaría huellas indelebles en su conducta para transformarlo en un energúmeno resentido y en vengador de toda su infeliz vida.

Por eso me suena muy desfasado en el tiempo, el bien estructurado y motivante documento de las academias, cuando una de las primeras orientaciones de la oposición —como lo indiqué hace muchos años— debió ser desmontar hasta hacer añicos con sentido común y ciencia, todos los disparates e inconsistencias históricas y las conceptualizaciones grotescas acerca de la economía, de la sociedad y de nuestra cultura y tradición. Chávez, con su discurso equivocado y patético, extraído de la contraportada de algunos autores de la fracasada escuela de los dependentologos, alejó e hizo mucho más lento el encuentro armónico de tradición y modernidad en la Venezuela del siglo XXI.

Hugo Chávez no solo diseñó y escribió de puño y letra —vía habilitante— después de derrotada su propuesta socialista en el Referéndum Constitucional del 2007, la Ley Orgánica de la Fuerzas Armada Nacional Bolivariana (Lofanb), sino que también, al hacerlo, entre sus muchas atribuciones, activó las regiones estratégicas de defensa integral, que quita competencia a los gobernadores de estado y transforma a toda la Fuerza Armada en Guardia Nacional.

El discurso ideológico, casi que un protocolo, ostentoso en elementalismo y cinismo de los hermanos Rodríguez, Delcy y Jorge, con el clásico cantadito de la Liga Socialista manejado por Chávez en su primera aparición por televisión, es el mismo ahora de Padrino López y Benavides Torres. A los primeros, los mueve el voluntarismo, el resentimiento y la codicia por lo que nunca tuvieron; los otros creen que la testosterona, la camada de condecoraciones y los pertrechos y correajes que ostentan en su uniforme, con su clásico, sí señor, no señor, pueden compensar su pobreza heurística y sus limitaciones para confrontar con la inteligencia ciudadana. Cuando el Guardia Nacional, bajo las ordenes de Benavides, en un gesto bárbaro, estrella el violín contra la cabeza de Wuilly Arteaga, no es él en representación de la Guardia Nacional: lo hace, desde luego, en nombre de todos los componentes del estamento armado.

No se les olvide que Uds., antes que militares fueron ciudadanos que ingresaron a la Academia Militar para garantizar, de acuerdo a la Constitución y a la ley, nuestros deberes y derechos, nuestros intereses y la seguridad nacional, no la de los cubanos y la de una pandilla de forajidos que por la fuerza quieren perpetuarse en el poder. Sin comida, sin medicinas, sin seguridad y conculcados los derechos civiles de la mayoría, en estado de necesidad, queda la puerta abierta para que esa mayoría encuentre la manera de equilibrar fuerzas para responder proporcionalmente con el tipo de armas con las que se pretende someternos y humillarnos.

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