El diario plural del Zulia

Metástasis, por Julio Portillo

El régimen de Nicolás Maduro tiene metástasis. No hay forma que se recupere de este mal incurable. De allí la necesidad impostergable de buscar la fórmula de sustituirlo. La Iglesia católica se ha convertido en el grupo de presión más empeñado en denunciarlo. Como dice el Padre Ugalde, “al poder le irrita que la Iglesia no se calle”.

En la caída de la dictadura de Pérez Jiménez la Iglesia jugó un papel determinante. La Pastoral de Monseñor Arias Blanco, Arzobispo de Caracas, el 1º de mayo de 1957 aceleró, sin duda, el final de ese régimen. El 23 de enero de 1958 de varias cárceles salieron sacerdotes presos.

Al igual que entonces hoy la Iglesia católica venezolana se ha puesto del lado del pueblo que resiste al actual gobierno autoritario. Más allá del esfuerzo del Vaticano por lograr un acuerdo a través del diálogo, la Conferencia Episcopal Venezolana ha tenido una posición valiente al enfrentar al chavismo marxista.

A propósito de los 100 años de la Compañía de Jesús en Venezuela, los jesuitas han hecho un balance de la grave situación que atraviesa Venezuela en los términos siguientes: “Tiempo de tragedia, empobrecimiento masivo, violencia desmedida, autoritarismo político, hegemonía comunicacional, corrupción e impunidad, crisis humanitaria, desabastecimiento e inflación, un gobierno ilegítimo en minoría electoral, oposición con espacios restringidos, un CNE con papel sesgado hacia los intereses del gobierno”.

Los sacerdotes en los más remotos pueblos están reportando a sus Arquidiócesis y Diócesis la grave situación de los habitantes donde la mayoría se alimenta con carbohidratos, padece anemia severa, 52 % aplica una dieta inadecuada y 31 % desmiembra el grupo familiar por la terrible situación económica.

En las escuelas y universidades hay frecuentemente estudiantes desmayados, un estudiantado sin el material necesario para una educación del siglo XXI, maestros y profesores mal pagados, cátedras abandonadas. Un gobierno que pre ere invertir en compra de armas para reprimir, que asignar presupuesto para educación.

De otra suerte el centralismo está asfixiando a la provincia. Hay dos Venezuela, la que vive en Caracas, la que desde el centro del poder decide por el resto de la nación y quienes viven en el interior, a quienes no se les consulta nada y cuya realidad ignoran –muchas veces– los medios de comunicación capitalinos.

El gobierno de Maduro sigue en fase terminal, día que pase sin sustituirlo, el país se hunde. Hay que hacer lo imposible por terminar con el abismo entre los uniformados y el pueblo, para que haya una mayoría que logre el cambio del gobierno al menor costo posible.

Tenemos que sacudirnos el oprobio de ser gobernados por una casta incapaz y rapaz, que debe pagar con cárcel después lo que le han hecho a Venezuela. Hemos apuntado que Maduro no puede abandonar el poder sin ir preso. El gobierno está moribundo y los “muertos que entierren a sus muertos”.

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