El diario plural del Zulia

María, la mujer de la Pascua, por Padre Jaime Kelly

Pascua, significa, Paso. Para los cristianos, comprende los cincuenta días que median entre el Domingo de Resurrección hasta el Domingo de Pentecostés, los cuales se han de celebrar cada día, como si fuese el mismo día de la Resurrección, con alegría y júbilo, gozándonos en exclamar: “¡Aleluya!”, “¡este es el día en que actuó el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo!”.

Iniciamos también el mes de mayo, un mes dedicado a Venerar con mayor dedicación y detalles, a nuestra madre, la Virgen María. Definir a nuestra Madre María como la mujer de la pascua, es definirla como la mujer feliz, la llena de fe, de esperanza, de gratitud. La hija fiel y obediente al Padre, tan llena de fe que siempre creyó y esperó en las promesas. La madre amorosa, atenta, comprensiva y paciente de Jesús, su hijo, nuestro Rey y Señor. La llena toda del Espíritu Santo, dócil a sus inspiraciones, fortalecida y animada por sus dones y carisma, manifestando en toda ella, sus frutos. La esposa siempre alegre de José, con quien compartió su vida, su fe y el gran tesoro encomendado desde su vientre, Jesús.

María vive en sí misma el paso amoroso de Dios, que transforma y hace nuevas todas las cosas. Cuando, recibe el anuncio del ángel Gabriel, en medio de sus inquietudes y todo lo que podía significar; sin embargo, expresa con toda dulzura y obediencia: “Yo soy la servidora del Señor, hágase en mí, tal como has dicho” (Lc. 1,38). Ella creyendo en las promesas de Dios, aceptó con amor y humildad Su voluntad y con presteza y bien dispuesta corre presurosa a visitar a su prima, a servirle y a llevarle la gran Noticia. Y ¿Cómo lo hace?, con gran Alegría: “¡Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador… y desde ahora me llamarán feliz…!” (Lc. 1,46-48).

Al nacer Jesús, en medio de las dificultades, se goza en esa sublime noche de gloria a Dios en los cielos y de paz para la tierra, y María... “guardaba todo en su corazón de madre, para meditarlas en su interior” (Lc. 2,19). María, feliz presenta a Jesús en el templo, junto a San José, siendo levantado y reconocido por Simeón, como luz y guía para las naciones. Luz para iluminar, desde el seno de la familia, al mundo. María, recibe también en su corazón la profecía de lo que habría de sufrir por amor, junto a su hijo (Lc. 2,22-29).

En la gran tribulación cuando Jesús se quedó en Jerusalén, María sigue centrando su fe, su mirada en el Padre, meditando en su corazón (Lc. 2,51).

Y así entre alegrías y dificultades, María es la mujer de la vida, de la alegría, de la luz, de la esperanza. La mujer de la pascua que celebra y vive su vida en un eterno Pentecostés, pues es la llena del Espíritu Santo, de ese amor entre el Padre y el Hijo, que cree, actúa, confía, se alegra y espera fortalecida. La

Iglesia honra y venera a María por ser la madre del Hijo único de Dios y madre nuestra, escogida por sus virtudes con las cuales adorna y corona. Busquemos la protección de María, madre nuestra que con ella es más fácil caminar por el camino angosto donde Jesús siempre está. Para vivir como María siempre en pascua, no te apartes de Jesús eucaristía. Adóralo, recíbelo y llévalo siempre contigo. Amén.

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