El diario plural del Zulia

Los diputados y el juego, por Énder Arenas Barrios

El estadio estaba bonito, “las refacciones” que había hecho el exalcalde Di Martino eran ya un recuerdo triste y lejano. Ahora con menos dinero y más modestia se veía bien. La grama verde daba la impresión de que estábamos en un estadio de aquellos países que tienen más tradición en el juego.

Los jugadores entrenaban, allí estaba Martiño que le lanzaba la pelota suavemente a Bertiño, Bertiño a Mauriciño. Mas allá estaba Claveliño y hasta Dumesiño levantaba la pelota y se la llevaba a la cabeza. El uniforme blanco contrastaba con el piso verde de la grama impecable, las tribunas estaban llenas, la gente estaba pendiente del equipo visitante y se solidarizó con el equipo dándole un aplauso estruendoso recordándole el terrible accidente aéreo que había devastado al equipo.

El otro equipo, el nuestro, entrenaba también. Arango practicaba los tiros libres, Saverino disparaba al arco y Renny Vega se lanzaba hacia la derecha y luego hacia la izquierda. Me dio la impresión de que Vega no es muy bueno en eso de parar penaltis.

Todo parecía tranquilo, no se comparaba con eventos anteriores y de asistencia masiva donde la polarización encendía las tribunas con cánticos de protestas opositoras y uno que otro “Chávez vive…. la patria sigue”. Esta tranquilidad le daba, así mismo, tranquilidad al Gobernador, quien no estaba en el juego pero lo seguía. La gente lo que quería era ver el juego y ya sabemos que la impaciencia es un vicio maracucho.

Ahora la tribuna principal se llena con los invitados de honor: personalidades ligadas al futbol, políticos, empresarios y algunos amigos y/o gente que pagaban al GNB o policía que vigilaban que no hubiese problemas ni abusos y que subrepticiamente los metía en la principal. El empresario, quien alguna vez estuvo ligado al equipo en condición de propietario, ahora ligado a los medios de comunicación y que se presenta hoy con una propuesta para dirigir la ciudad llega con su tique donde se le asignaba una silla…. ¡Sooorpresa!, la silla ya tiene ocupantes, un hombre y una mujer están sentados en su asiento. El empresario revisa su número, se limpia los lentes, se golpea la cabeza y se dice para sus adentro: estos son mis asientos, no estoy equivocado.

El hombre los mira, recibe a cambio una mirada soberbia y rabiosa, y les dice: Señores, estos son mis asientos y recibe una repuesta más o menos como esta: búscate otra porque de aquí no nos movemos. Nosotros somos di-pu-ta-dos, oíste. Le dicen en el más puro acento maracucho y continúan: somos di-pu-ta-dos del partido P-S-U –V, somos di-pu-ta-dos del pueblo soberano.

El hombre se vuelve a identificar, sí, soy diputado del pueblo soberano. “Sí, está bien”, le responde el empresario “y ahora, también, dirigente político, a punto de perder la paciencia” y para disimular la incomodidad se ríe: sí, está bien di-puta-do del pueblo soberano, pero los asientos son los que me han sido designados.

Pero nada, los diputados, la señora y el señor diputados, los dos, jamás se levantaron. El asunto se fue a mayores y se corrió como pólvora por todas las tribunas y otra vez se dejó escuchar esta vez a coro impresionante: “¡y va a caer!, ¡y va a caer! Este gobierno va a caer”.

“Los di-pu-ta-dos del pueblo soberano” se dieron cuenta de la cag… que habían puesto, pero hay quienes afirman que lo hicieron para mal poner al gobernador quien al enterarse se le subió el azúcar. Se me olvidó hablar del juego, pero eso no importa, pues ustedes ya saben el resultado.

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