El diario plural del Zulia

Los aplazados, por Énder Arenas Barrios

Uno de las preguntas del segundo parcial del séptimo semestre de Economía, sección única: “Defina el concepto de legitimidad”. Yo miré a los estudiantes y me senté, esperando que los estudiantes del séptimo semestre de Economía terminaran una prueba que constaba de cuatro preguntas para responder tres. Unos no la terminaron, otros la terminaron, pero falla.

Ulises Prieto Villalobos, repitiente tres veces de la materia, me responde lo siguiente: “Llámese legitimidad a los repuestos originales para carros, marca Acdelco de Chevrolet”. Él dejó la carrera y se dedicó a pulir pisos de granito, mármol y madera y se hizo rico, siempre me ha dado las gracias.

Otro joven de apellido González escribió seis folios por ambas caras, pero las repuestas eran de otras preguntas. Al hacerle la observación me confesó que había llevado el examen hecho con las preguntas que él pensaba que yo iba a hacer y cómo fueron otras él borro las preguntas que previamente había llevado, colocó las que yo les había dictado y dejó las mismas repuestas. Por supuesto, aquello era un disparate. El tampoco continuó la carrera y se dedicó al modelaje.

En una prueba anterior y preguntándole a los estudiantes sobre la ley de los cereales de David Ricardo para visualizar el conflicto de los terratenientes vs. la incipiente burguesía inglesa y la emergencia de la clase obrera, el estudiante Parra me respondió lo siguiente: “La Ley de los cereales es 100% pura fibra, sin colesterol, sin grasas trans y rico en hierro y siete vitaminas”. Él sí continuó y no sé qué hace actualmente.

Lo anterior viene a cuento porque fui profesor activo durante 27 años en LUZ. Por lo general un profesor recuerda a sus mejores alumnos. Recuerdo algunos que me hacían desvelar estudiando y rehaciendo apuntes porque los tipos de verdad eran brillantes y deben ser hoy excelentes profesionales.

Carajo, pero también los tuve no muy buenos y otros de verdad muy malos y despreocupados como los anteriormente citados y ahora que veo las notas de los magistrados raspados en su concurso para ser magistrados del TSJ traigo a la memoria lo contado, para señalarles que algunos de esos disparateros afortunadamente abandonaron la carrera y probaron en otra cosa, algunos con relativo éxito, a diferencia de los magistrados aplazados que aun con notas mediocres, avergonzarían a cualquier estudiante del tercer semestre de Sociología y del séptimo de Economía, siguieron en competencia por un lugar en el TSJ y el régimen los premió, aun cuando uno de ellos no llegó a obtener 05 y uno de los más cotizados sacó un mediocre 07.

Uno se pregunta, ¿qué vaina es esta? Carajo, es que a estos magistrados no les da vergüenza. Qué clase de miseria es esa que unos tipos que no reúnen la menor calificación se hayan encumbrado como los garantes de la justicia, incluso algunos incursos en delitos que pudiéramos calificar de terribles. Después de tanto desencanto, después de tanto muerto y tanto estropicio, después de los errores cometidos, hay dos preguntas inquietantes: Una es que va hacer esta gente que nos “gobierna” con el país que nos va quedando? Y la otra: ¿qué carajo vamos a ser nosotros con esta gente?

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