El diario plural del Zulia

En la inquietud de la noche, por Jesús Salom Crespo

En medio de una noche oscura y de un río de aguas embravecidas y desbordadas en que se ha convertido el país, la sociedad asemeja a un pequeño barquichuelo que navega dando tumbos a merced de la furia de las aguas. La tripulación angustiada, estresada, desesperanzada e indecisa no tiene control sobre la nave. Necesitan de agentes que con su experiencia orienten a la tripulación y los ayuden a ser creativos, experimenten con sus conocimientos para que adquieran nuevos significados y utilicen tecnologías novedosas que le permitan orientarse y sortear los peligros, antes que la incertidumbre vuelque el pequeño navío y se lo trague la oscuridad.

A los ojos del Gobierno y de una parte de la sociedad, esos agentes de cambio son cuasi invisibles, subestimados y abandonados a su suerte, sin otros incentivos como no sea su vocación de servicio y capacidad para asumir su soledad en el largo camino que tiene ante sí. Algunos, cansados y decepcionados, abandonan la carrera y sucumben ante el tedio y las presiones; otros, los muchos, tratan de adaptarse a la situación para sobrevivir a la indolencia y alcanzar sus metas. ¿Su recompensa? El deber cumplido.

Estoy re riéndome a los maestros, indistintamente del nivel educativo en el que cumplan sus sueños y asuman la responsabilidad y el compromiso adquirido para hacer de esta gran nación, un país con futuro; que mire hacia atrás solo para evaluar cuanto se ha avanzado y qué cambios hacer en el presente, para recobrar los valores perdidos que nos anulan como persona-ciudadano. Enseñar a vivir en libertad y en democracia, a defenderla de los otros y de nosotros mismos.

La revolución cientíco-tecnológica y los cambios económicos y sociales, en la comunicación y en las relaciones entre las personas plantean inaplazables cambios en el sistema educativo y un desarrollo curricular acorde con esos tiempos, sin ataduras ideologizantes. Una actitud de apertura crítica a esas nuevas realidades globales sin perder la perspectiva nacional y local. Asumir la educación como un “producto social” y como “productora de sociedad”.

La universidad tiene que dar respuestas a esas inquietudes formando y actualizando profesionales de la educación con un bagaje de conocimientos que le permitan afrontar esos desafíos; pero también, coadyuven a la expansión de una libertad que abra camino a la realización de la persona y a ser consciente de los peligros que acarrea la desorientación moral de nuestro días. Reafirmar los valores en un país como el nuestro, de instituciones muy debilitadas e ilusiones pasajeras.

 

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