El diario plural del Zulia

La cuenca que nos alimenta, por Francisco Arias Cárdenas

La soberanía alimentaria es un requisito para alcanzar el nivel de bienestar físico y espiritual que aspiramos para el pueblo venezolano. Dios nos ha dotado de una geografía fértil, espléndida, como plataforma para alcanzar esa meta de justicia y equidad. La cuenca hidrográ ca del Lago de Maracaibo, con una extensión de casi 90 mil km2, es un útero de la naturaleza con capacidad para proveer a todo el país, pero debemos manejarla con la conciencia de quien administra un patrimonio colectivo.

Potencial tenemos. Hoy en día la región zuliana es la mayor proveedora de leche de Venezuela con más de 395 millones de litros al año; cuenta con casi tres millones de cabezas de ganado bovino y es el primer productor de leche de caprino. Es por ello que el ministro de Producción Agrícola y Tierras, Wilmar Castro Soteldo, recién anunció el incremento de créditos para incentivar la producción de caprinos y ovinos en el Zulia.

El Lago de Maracaibo cubre una superficie de 12 mil km2; tiene la capacidad no solo para darnos agua para el riego, sino también para proveernos de proteína animal sana para alimentar a los venezolanos a través de la producción pesquera. 

Por eso es urgente revertir el daño que al ecosistema de la cuenca y, particularmente, al lago, se le ha infringido como consecuencia de la explotación petrolera. No son solo los derrames de crudo –de por sí destructores de la biota lacustre– sino los efectos del dragado profundo en la Barra de Maracaibo que ha alterado dramáticamente el equilibrio del estuario, a tal punto de dejar sin oxígeno (sin vida) a una masa de agua equivalente a cinco veces el Lago de Valencia.

Por otra parte, es imprescindible el acuerdo y colaboración de Colombia, ya que el río Catatumbo, que aporta el 60% del caudal de agua dulce que entra al lago, nace allá, y en su transcurrir arrastra gran cantidad de fertilizantes y químicos que impactan negativamente en el equilibrio lacustre.

Este es el momento de reencontrarnos con nuestro patrimonio natural, para lograr la soberanía plena.

 

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