El diario plural del Zulia

Juan José Monsant Aristimuño | El Último Rey de Escocia

Es el título de un filme británico de 2006 dirigido por Kevin Macdonald, y protagonizado por el gran actor estadounidense Forester Whitaker que le hizo merecedor de un Oscar como el mejor actor del año, un Globo de Oro  y el galardón de mejor actor por la British Independent Film Awards.

Extraños estos galardones que normalmente van dirigidos a filmes de acción o historias de amor ficticias o  no, como Barbie. Aunque debemos reconocer que muchas veces son muy bien merecidos; y en otras ocasiones los actores lo rechazan o envían un representante a recoger el Oscar que le fue concedido, como hizo el genial Marlon Brando en 1973, por su actuación en “El Padrino”, y en su lugar envió a una amiga trajeada de indígena, en protesta por el tratamiento dado a los aborígenes estadounidenses a través de la historia.

En particular a la matanza del ejército estadounidense a la tribu sioux de Dakota del Sur  en 1890 (La Masacre de Wounded, donde asesinaron a la totalidad de la tribu, y que casi se repite en 1973).

Whitaker interpretó al curioso dictador ugandés Idi Amín Dada (1971-1979) quien asumió los pomposos títulos de “ Presidente Vitalicio, Mariscal de Campo, Señor de todas las bestias de la tierra y peces del mar, Conquistador del Imperio británico en África y Uganda, y se proclamó como el Último rey de Escocia. Y lo caracterizó de tal manera, que sus premios  fueron otorgados por unanimidad.

A su muerte, Idi Amin Dada había convertido a Israel (su antiguo aliado), al Reino Unido y a los Estados Unidos en sus enemigos y entrado en guerra con Tanzania. Su tiranía dejó más de 300.000 muertos y centenares de miles de exiliados, un país arruinado y anarquizado. Dejó el poder en 1979 y se refugió en Arabia Saudita, donde falleció en 2003, en la habitación  de uno de los dos pisos de un hotel de lujo donde vivía.

Lo anterior viene al caso porque, de alguna manera, la imagen de este desquiciado personaje de la historia de Uganda, se asemeja a la del actual dictador Nicolás Maduro de Venezuela. En el tamaño, en lo estrambótico, en lo fuera de lugar, lo  inepto y cultivador de ritos  subterráneos.

Maduro fue seguidor de Sai Baba, por allá en los inicios del chavismo, cuando fue Presidente de la Asamblea Nacional. Circula aún una foto de él y Cilia Flores a los pies (no del sultán enardecido, pero lo pareciere) de Sai Baba, admirados, embelesados, sumisos ante tal majestad espiritual, el santo que convertía la materia en ceniza y poseía el don la elevación espiritual con total desprendimiento de los bienes materiales y perecibles.

Lástima que a su muerte, la de Sai Baba, consiguieron su colchón totalmente relleno de dólares y divisas convertibles.

Luego apareció Maduro, en esa época de enfrentamiento de Chávez con la Iglesia católica, comulgando junto a otros jerarcas de la autocracia, en la emblemática avenida caraqueña del Paseo de los Próceres. Más tarde practicando ritos de santería, postura o religión adoptada oficiosamente por  Chávez. Hay cuentos, historias, fotos que el difunto presidente  había dado el paso a la “papelería”, llamado candomblé o umbanda en Brasil, donde los sacrificios son ya “animales mayores”.

Lo cierto es que  hace una semana el Palacio de Miraflores o el comando de campaña de Maduro, hicieron circular un video, donde aparecía Nicolás Maduro (el Presidente candidato) sentado en una silla rococó o Luis XV en el centro de uno de los salones del Palacio de Miraflores, con cara de circunstancia, vestido de blanco, con collares multicolores, pulseras en  las muñecas de sus manos, y una estola sacerdotal que le rodeaba el cuello y le caía hasta las rodillas.

A su alrededor una veintena de pastores protestantes o evangélicos de iglesias desconocidas, le hacían alabanzas, en tanto un Maduro en trance, ya de pie, pedía perdón una y otra vez, mientras elevaba los ojos y las manos en señal de sumisión.

Pedirle al Cielo (realmente no sé a quién imploraba perdón) lo necesita, porque solamente un milagro haría que pudiese ganar la contienda electoral dirigida por María Corina Machado y Edmundo González.

Dígame usted, respetado lector, si este personaje no le recuerda a Idi Amin Dada.

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Editado por los Papeles del CREM, 23 de junio del año 2024.  Responsable de la edición: Raúl Ochoa Cuenca.

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