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Jorge Eliécer Morán | Los semiconductores y la ministra de educación

En el desarrollo de la revolución industrial fue muy importante el carbón; para las potencias del siglo XX, el petróleo fue fundamental como recurso energético. Para el siglo XXI, marcado notablemente por el desarrollo tecnológico, serán los semiconductores o chips. El país que domine la producción de semiconductores, tendrá una ventaja competitiva importante sobre el resto.

Pero, ¿qué son los semiconductores? Los semiconductores (SC) son materiales indispensables para la elaboración de teléfonos inteligentes, automóviles, computadoras, refrigeradores, equipos militares y en cualquier aparato electrónico. Se encargan de permitir, o no, el paso de la corriente eléctrica, por lo que son necesarios para la construcción de microchips y circuitos electrónicos. Los semiconductores están hechos de silicio (Si) y de germanio (Ge), pero también se pueden fabricar a partir de azufre (S), Boro (B) o el cadmio (Cd).

La importancia de estos estos bienes es tal, que el gobierno de Joe Biden, en un intento por reactivar la fabricación de SC, promulgó en agosto del año pasado la ley de Ciencia y Chip (Creating Helpful Incentives to Produce Semiconductors), para estimular la producción de SC, aportando 52,000 millones de $ en subvenciones. Por su parte, la Unión Europea apunta en una dirección similar al aprobar la Ley Europea de Chips.

Las ventas mundiales de semiconductores se acercaron a los 600.000 millones de dólares en 2022, pero son pocos los países los que los fabrican, destacando Taiwán con su empresa TSMC, Corea del Sur, con Samsung, USA con Intel, pero también China, con SMIC, además de países como Malasia, Israel, Países Bajos, Japón, Reino Unido y Alemania.

Quisiera detenerme en el caso de Taiwán, que no cuenta con el reconocimiento de la gran mayoría de los países del planeta, pero que posee una economía sólida y moderna y que se las arregla para comerciar con buena parte del mundo. Esta isla, de casi 36.000 kilómetros cuadrados y una población de cerca 23 millones de habitantes, fue el responsable en el año 2022, del 63% de la producción mundial de semiconductores. Su conflicto político y i existencial con China, adquiere mayor importancia con este dato.

La empresa Taiwan Semiconductor Manufacturing Company (TSMC) es la mayor fabricante de SC del mundo con una cuota de mercado del 54%, por delante del 17% de la surcoreana Samsung y del 7% de la también taiwanesa UMC. Morris Chang fundó a TSMC en 1987. Con 18 años, Chang abandonó su natal China para irse a USA y allí estudiar en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), para luego hacerse ejecutivo de grandes empresas norteamericanas. En los años 80s, Chang fue contactado por el gobierno taiwanés, que le ofreció la presidencia del Instituto de Investigación de Tecnología Industrial, con la tarea de posicionar a la isla en la industria de los semiconductores, lo que evidentemente logró.

Para el desarrollo y sostenimiento de este sector tan técnico es fundamental contar con un recurso humano de primer nivel, que solo puede surgir de un sistema educativo moderno y de calidad, como el que tiene Taiwán, que basa buena parte de su éxito en proteger y mantener motivados a sus docentes, que también son objetos de evaluaciones constantes y exigentes. De acuerdo a varias fuentes, para el año 2022, el salario de un maestro oscilaba entre los 2.000 y 3.000 US$.  Taiwán invierte entre un 25 y un 20% de su presupuesto en educación. Las universidades también reciben un trato especial, con subvenciones y becas, que garantizan el acceso a la educación universitaria de los taiwaneses, que serán la mano de obra calificada que necesitan empresas como TSMC y muchas otras más, asentadas en el Parque Científico Industrial de Taichung, el Silicon Valley de Taiwán.

El éxito Taiwanés es producto de una visión estratégica que apostó por el desarrollo tecnológico y la educación, lo contrario a lo que se ha hecho en Venezuela. La ignorante creencia de que el petróleo nos daría recursos suficientes y permanentes para derrochar en políticas populistas y clientelares, no solo provocó la peor crisis económica de nuestra historia, sino que también mató a la gallina de los huevos de oro, PDVSA, con una gran corrupción de por medio. Somos un país petrolero, pero con escasez de gasolina, una supuesta potencia energética, con apagones diarios de 4 o 5 horas.

Pero quizá aún más doloroso y trágico es el estado de la educación en nuestro país. Las infraestructuras educativas están destruidas y los maestros y docentes perciben salarios de hambre, que los obliga a realizar cualquier actividad adicional para sobrevivir. Nuestros muchachos no aprobarían nunca una evaluación internacional sobre rendimiento educativo, como las pruebas PISA. En una entrevista televisiva, nuestra ministra de educación, Yelitze Santaella, ante varias preguntas sobre el aumento salarial de los educadores, respondió que "se dará respuesta cuando estén las condiciones económicas del país, ustedes tengan fe, tengan esperanza.” Es evidente que la educación no es una prioridad para este gobierno y sin educación de calidad, nunca podremos hacer de Venezuela un país moderno y próspero.

Taiwán, como muchos otros, es un ejemplo a seguir. Insertarnos en la sociedad del conocimiento es una necesidad inaplazable y necesaria, pero solo lo lograremos con una educación de primera y un sector privado robusto. La educación es una prioridad nacional.

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