El diario plural del Zulia

Febrero 1992-2016, por Ángel Rafael Lombardi Boscán

En 1992, unos militares intentaron romper el hilo constitucional vigente, y fracasaron. Su insurgencia, una auténtica felonía, fue en ese entonces aplaudida por un país cansado de AD y COPEI y sus escándalos de corrupción. Su propuesta era la nacionalista y básicamente la lucha contra el desfalco de los bienes públicos. Venían a refundar la democracia tomando el credo bolivariano como su principal inspiración. El país, les creyó y les votó.

Hoy, 24 años han pasado y el Secretario General de Acción Democrática (AD) es el Presidente de un nuevo Parlamento nacido por el abrumador apoyo de la ciudadanía (6D-2015) que hoy rechaza al régimen bolivariano por ineficaz y corrupto, aunque básicamente, por mentiroso y manipulador. 24 años de historia perdida que convirtió nuestro suelo en un hostil desierto que invita a nuestros jóvenes a irse del país por millones.

El bolivarianismo se encuentra en su fase terminal. Están noqueados políticamente hablando y se atrincheran detrás de un TSJ (Tribunal Supremo de Justicia) que convierte la legalidad amañada en un instrumento de sobrevivencia inútil. ¿Por cuánto tiempo? En este instante transitan por una rebelión institucional muy peligrosa al desacatar la voluntad popular a través de la negación que hacen del nuevo Parlamento y sus más importantes decisiones. Se niegan a pactar con sus adversarios y pre eren un enfrentamiento que de antemano tienen perdido, básicamente, porque el apoyo popular les abandonó y son ineptos e incapaces en resolver la grave crisis económica a la que nos han llevado.

Desconocemos la actual fisonomía de los hilos que hoy mueven al poder entre los chavistas, aunque de acuerdo a Heinz Dieterich, son los militares quienes mandan, y a la vez, los que tienen la soga al cuello, porque se saben árbitros y parte interesada a la vez. Los de verde oliva no terminan de ponerse de acuerdo entre ellos. 25 son los militares como ministros y gobernadores, el verdadero poder atrapado en un laberinto.

“Maduro no “gobierna”. Maduro no es más que el vocero de la camarilla dominante del PSUV, que controla Cabello. Maduro sólo juega el papel que se le ha asignado en la división política del trabajo de la camarilla. Quien realmente gobierna es Cabello. Y Cabello es una peligrosa combinación de objetivos claros y una gravitación natural hacia los métodos de la guerra sucia. La “errática” política del gobierno no se debe a la ineptitud de Maduro, sino al objetivo estratégico de la gobernanza oficialista: una intervención militar abierta”, Heinz Dieterich.

El juego está trancado. En la percepción de la opinión pública el Ejecutivo nacional es percibido como errático e infantilmente agresivo, incapaz de asumir el costo de medidas heroicas serias que permitan a la ciudadanía postrada volver a con ar en su mandato. En el ínterin, la ciudadanía sigue sufriendo un atentado atroz a sus estilos de vida y reclama por un acuerdo nacional que hoy los políticos se niegan a pactar. El clima de pre-guerra civil es más que evidente y febrero 2016 nos evoca al otro de 1992.

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