El diario plural del Zulia

Sobre estrategia de la derrota, por Ángel Rafael Lombardi Boscán

Le debo al buen amigo y escritor Norberto Olivar, una reseña generosa sobre mi más reciente libro: Estrategia de la derrota (Universidad Católica Cecilio Acosta, 2016). En un país donde producir libros es un acontecimiento extraño porque la cultura está abatida y las universidades maniatadas a un nivel de comportamiento vegetativo; publicar en condiciones adversas es un acto de fe y resistencia. Estrategia de la derrota es la continuación de Banderas del rey (2006): un intento de comprender nuestra Independencia (político-militar) desde la versión de los realistas en Venezuela.

Recuperar esta otra cara de la moneda solo persigue contrastar y poner en perspectiva la versión canonizada por la historia o cial y escolar. Desmiti car con respeto, y hasta inocencia, guía nuestro trabajo. No se busca desprestigiar ni a Bolívar ni “a la causa de la libertad”, por el contrario, se intenta un rescate revisionista de nuestro pasado común, aceptando su totalidad sin los sesgos tradicionales al uso y proponiendo un debate sincero y plural.

Como bien dice Norberto Olivar, la palabra es el sustituto de la realidad; y es por ello que la historia escrita termina siendo una forma de literatura. “Por eso Sartre decía que es posible cambiar el pasado, pues el pasado no es más que un largo palabrerío. Si queremos complicarlo, digamos que el pasado es una construcción del lenguaje”.

Otro buen amigo: José Ramón Álvarez González (Pipo), reconocido lingüista, se sorprendió recientemente de que el cuento: Venezuela Heroica (1881) de Eduardo Blanco (1838-1912) sea una impostura. Vallenilla Lanz (1870-1936) de ne nuestra independencia como una matazón (200 mil fallecidos sobre una población de un millón de habitantes) y la causa del porqué el “Bravo Pueblo” fue apenas una comparsa, en realidad carne de cañón. La Independencia de Venezuela fue un conflicto estrictamente llevado a cabo por la elite blanca de ese entonces. Lo popular de la misma es una construcción simbólica posterior.

Es más, sin que por ello sostengamos la inevitabilidad del triunfo republicano, la estrategia de la derrota metropolitana y de Morillo con sus veteranos a cuesta, fue la de no de entender la sociología del momento. Morillo vino a combatir a Boves, y no a Bolívar, en el año 1815, porque este acaudilló toda una rebelión auténticamente popular aunque desde el caos, el odio y la venganza. Morillo terminó ahuyentando a los pardos, llaneros y esclavos de la “Legión infernal” que terminaron sirviendo bajo la bandería de Páez. Este fue uno de los puntos de quiebre decisivos de la brutal contienda.

Juan Liscano (1915-2001) es categórico en esto de mirar cara a cara a la verdad en un tema interesadamente mitologizado como lo ha sido el de nuestra Independencia Nacional: “La verdadera historia de Venezuela, desde la Independencia, no es la que se aprende en las escuelas, ni la que ofrece la iconografía pictórica o cial, ni la que propugna el culto bolivariano, ni la que canta Venezuela Heroica de Eduardo Blanco, ni la que usa hasta el cansancio la oratoria política demagógica y moralista. La verdadera historia empezó con los positivistas y alcanza hoy, con una generación de historiadores nacidos en la década de 1930 a 1940, madurez y veracidad punzantes”. (Pensar a Venezuela, 1995).

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