El diario plural del Zulia

El error básico, por Ramón Guillermo Aveledo

Ninguna forma de gobierno está a salvo del error humano, una de cuyas expresiones políticas más viejas y repetidas es el abuso de poder. La promesa de la perfección es, por definición, falsa. La democracia, consciente de la naturaleza humana, sabe de las imperfecciones y diseña un poder distribuido y limitado, repartido en órganos que se equilibran y controlan entre sí. En cambio, para la revolución, que siempre se siente en peligro, amenazada, todo vale y eso de los límites son formalismos que debilitan, cuando las fuerzas revolucionarias en el poder libran una lucha que consideran titánica y, obviamente, histórica y trascendente. Por eso, las revoluciones degeneran tan fácilmente en dictaduras.

La Constitución venezolana, con su prolija carta de derechos humanos, y las de niciones marco de sus principios fundamentales, es democrática. No es que sea perfecta, no hay tal cosa, pero sí es claramente democrática. En su cuerpo no cabría un artículo 62 de la Constitución cubana: “Ninguna de las libertades reconocidas a los ciudadanos puede ser ejercida contra lo establecido en la Constitución y las leyes, ni contra la existencia y fines del Estado socialista, ni contra la decisión del pueblo cubano de construir el socialismo y el comunismo. La infracción de este principio es punible”. Lo que pasa es que quienes ejercen el poder querrían que nuestra Constitución dijera lo que no dice, y actúan como si fuera legítimo aplicar aquí los preceptos normativos cubanos.

Ese error básico está en la raíz de la crisis política que el país padece y que nos obstruye las vías para resolver las crisis económica y social que desesperan a la abrumadora mayoría población, a la cual el poder hace todo para desesperanzar, calculando que así la desmovilizará.

En el reciente informe del Centro de Justicia, Apoyo y Paz sobre persecución política en nuestro país, se advierte un cuadro de persecución sistemática que ya no se trata de casos aislados. Se incluye el patrón de persecución comunicacional, con el agravante de que se realiza desde los medios públicos, propiedad de todos. Asume la forma del desprestigio o fusilamiento moral de los considerados como enemigos. Son delincuentes, monstruos, asesinos fascistas, mercenarios, traidores, apátridas. En Cuba son gusanos como les decían los nazis, en Libia ratas y cucarachas en Sierra Leona.

El error básico de esa lectura equivocada de la realidad y de la Constitución hace mucho daño a todos.

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