El diario plural del Zulia

El triunfo del amor, por Arias Cárdenas

Ni siquiera en los últimos días antes de ser sometido a la tortura y a la muerte, Jesucristo descansó de hacer el bien. De hecho, poco antes de su entrada triunfal a Jerusalén, realizó uno de los milagros más conmovedores e impactantes, como fue la resurrección de Lázaro, su amigo, quien salió caminando de su tumba. Y fue ese portento lo que precipitó la decisión en sus enemigos judíos, de entregarlo a las autoridades romanas: vencer a la muerte era un hecho demasiado convincente e impactante. Y los que querían los cambios por la violencia para mantener el viejo orden teocrático, con sus privilegios y su poder, no lo aceptaban. Porque Jesús vino a instaurar un nuevo orden social, una nueva forma de relacionarnos con Dios –cercana, íntima, personal, sanadora, en lugar de la externa y ritualista simbolizada en los sacrificios de animales en el templo– con nosotros mismos y con el entorno.

Son tantas las enseñanzas transformadoras que nos deja Jesús, que estos días de Semana Santa pueden dejarnos un saldo muy positivo para nuestras vidas si dedicamos algunos momentos a reflexionar sobre ellas. Una, es el sentido de la vida como una oportunidad de amor a través del servicio, del hacer, del trabajar con alegría, esperanza y fervor aun en medio de las circunstancias difíciles.

“Salta de alegría, Jerusalén, porque se acerca tu rey, justo y victorioso, humilde y montado en un borriquillo. Destruirá los carros de guerra... y proclamará la paz a las naciones” (Zac 9, 9-10). Humilde en la victoria, triunfante sobre la guerra e instaurador de la paz con justicia. Un hombre que sanaba cuerpos y almas cada vez que alguien lo pedía, sin preguntar su nacionalidad o religión. Valiente en su entrega voluntaria al sacrificio. Misericordioso hasta con sus verdugos, irreverente con los hipócritas fariseos.

Pero sobre todo, vencedor de la muerte en todas sus expresiones: del pesimismo, del egoísmo, de la injusticia y de la enfermedad. El centro de la fe cristiana es la Resurrección gloriosa de Jesús, garantía del triunfo a través del amor expresado en obras y sentimientos puestos al servicio por un mundo mejor.

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