El diario plural del Zulia

El silencio también habla, por Manuel Ocando

El pasado domingo se cumplió con más penas que glorias otro “proceso electoral”, gracias al desprestigio de las autoridades electorales genuinas representantes
del régimen. El pueblo habló y con su silencio, dio un mandato aún más claro que el enviado el 15 de julio pasado.

La nueva mayoría en Venezuela es la que no cree en salidas electorales patrocinadas por el actual CNE y bajo condiciones electorales muy poco confiables.

La abstención, que algunos llaman victoria, es una manera de protestar, de hablarle al oficialismo y a la oposición, y de expresar que ninguna de las dos catervas convencen
con su precario y ambiguo discurso.

Quienes optaron por la opción de abstenerse no lo hicieron siguiendo las directrices de los partidos que conforman la Unidad Democrática, y sobre aquellos quienes votaron
recae la incertidumbre de haber aceptado la promesa de la caja del CLAP y de un bono navideño, tal como lo ofrecían en los puntos rojos situados cerca de los centros de votación
donde además, luego de salir de votar, debían dirigirse obligatoriamente, para escanear el Carnet de la Patria. Sucedió lo esperado, si el Gobierno jugó con ventaja y
buena parte de la ciudadanía se abstuvo de votar, es obvio que los resultados favorecieran al Gobierno. A nadie sorprendió el triunfo oficial. Lo que sorprendería sería si un
triunfo de esas características serviría para sostener a un régimen en medio de un despeñadero económico, político y social que se aproxima.

Nada será más difícil para el Gobierno que callar el ensordecedor silencio expresado por los abstencionistas. Se debe leer bien el silencio, el desaliento, la descon anza en el
Consejo Nacional Electoral y la baja asistencia a participar. No fue una victoria, es la muerte de la democracia.

En Venezuela cada elección, decreto, ley aprobada y promovido por parte de los personeros del Gobierno ha socavado la institucionalidad en el país, con el deliberado propósito
de cimentar un régimen autoritario que no quiere perder el poder, aunque ya ha perdido el apoyo de la población.

Es el momento de alzar la voz ciudadana y bajarle el volumen a la generación de políticos más entregados de la historia republicana. Es la hora de la emergencia de un nuevo
liderazgo político que esté a la altura de las circunstancias, que actúe con coherencia en sus ideas y que sus actos vayan acordes a las ideas. Que sepan negociar, pero para el bien de
los venezolanos; y que impidan ver desvanecer al país. Necesitamos diseñar políticas con políticos que sean capaces de sustituir este perverso régimen primitivo y nos inserten
en el mundo moderno y civilizado de progreso, desarrollo y bienestar.

Pareciera que las cartas ya están echadas. El juego está por resolverse. Ya la crisis, presente en todos los estratos,  no permite más aplazamientos y la historia no espera.

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