El diario plural del Zulia

El calor, ¡uff, qué calor!, por Énder Arenas Barrios

Todos los años, justo en estos meses, el maracucho repite siempre la misma frase: nunca ha habido más calor que ahora, solo que esta vez parece tener razón, pues el calor viene acompañado por racionamientos eléctricos de hasta cuatro horas, de tal manera que el sopor es impresionante.

El calor es agobiante, la ciudad parece una olla de presión. Los semáforos interrumpen su funcionamiento por la suspensión del servicio eléctrico, los bancos abren a las doce del mediodía y cierran a las tres de la tarde, al día siguiente abren a las ocho pero cierran a las doce porque de nuevo la energía eléctrica se interrumpe al mediodía.

El mall ya no es el lugar donde la gente acude para ir al cine o comerse unos tequeños o simplemente para ver las tiendas de ropas que ahora son las mismas del año antepasado. Como dice un amigo: quién aguanta esta verga, cuando una de las cadenas del presidente Maduro interrumpe el placer de ver en la TV su programa favorito. Así que la atmósfera en la ciudad se ha vuelto pesada, enormes colas frente a los supermercados y farmacias donde no se consigue nada.

Las calles inseguras, donde se puede morir por nada, digamos que hasta por mala leche, uno tiene un celular que cuando por el retrovisor uno ve al motorizado lo escondemos, pero ya el gran carajo lo ha visto y nos lo exige diciendo: dame esa vaina maldito. Uno dice yo no tengo celular y justo en ese momento el condenado teléfono timbra entonces, el malandro irritado molesto por el engaño nos mira con desprecio y nos dispara un tiro en la cara.

Maracaibo se volvió fea. El Zulia perdió el empuje que el vigor del zuliano le imponía. Todo está como suspendido aunque todo parece moverse. La gente parece haber perdido la esperanza, incluso aquellos que la tenían antes de que Chávez se volviese momia. La gente está a puntico de gritar un sonoro nojoda y decir que era preferible lo anteriormente vivido, aun cuando los nuevos que nos gobiernan se lo presentaron a los desencantados como un viejo cachivache corrompido.

Carajo, que mala onda. El miércoles habló el Presidente, habló una hora de cosas que parecían pendejadas, pero nunca unas pendejadas fueron más peligrosas, pues, de pronto el presidente devino en una suerte de Napoleón, pero no el Bonaparte, sino el cerdo de la rebelión en la granja de Orwell y se instaló una dictadura sin más ni mas.

Qué vaina con Maduro, que hasta sugirió que los venezolanos no tenían porque comer arepas, así sería el calibre de la guevonadas que ha hablado en estos días de miedos y de huidas hacia adelante.

Lea también
Comentarios
Cargando...