El diario plural del Zulia

Diálogo y democracia, por Hugo Cabezas

Innumerables han sido los esfuerzos que el Gobierno Bolivariano ha hecho en función del diálogo con la oposición para lograr la paz, la convivencia y la estabilidad de nuestro sistema democrático.

En sus llamados al diálogo, tanto el presidente Hugo Chávez como Nicolás Maduro, han colocado el interés nacional por sobre el de su parcialidad política. Y, el interés supremo de ambos ha sido el de edificar una Venezuela en donde impere la justicia social, profundamente democrática.

Y, es que no hay democracia sin diálogo. Y, el diálogo es la praxis más cotidiana en (y para) la democracia.

¿Cómo explicar, entonces, que la oposición en Venezuela sea tan reticente al diálogo?

Simple y llanamente porque no es democrática. Y, no es democrática porque a esta la concibe solo como un hecho político. Y la democracia es mucho más que ello. La democracia es una forma de vida. Es la conformación cultural de una sociedad. La cual se expresa a través de su organización política, económica y social; a través de sus instituciones; pero que, sobre todo, tiene al pueblo como su sujeto fundamental.

Es por ello que, para que el Estado de derecho sea verdaderamente democrático, tiene que proponerse la solución de sus conflictos a partir de acciones y fines que conduzcan a la satisfacción de las necesidades materiales y espirituales del pueblo, como sujeto colectivo.

Y esta no es una reflexión menor. Se trata de una revisión crítica del pensamiento liberal. Se trata de una nueva mirada, con ojos del presente, del pensamiento que nos legó la ilustración. Se trata de cómo analizar los problemas que tienen nuestro pueblo hoy, a la luz de los principios de libertad, igualdad, felicidad, confraternidad, etcétera. Se trata para decirlo de manera más resumida de cómo habremos de entender la relación entre el “ser” y los “otros”, entre ese “yo soy” de apariencia socializado y el “nosotros”. Se trata de cómo hacer para que ese ser individual se socialice en un ser colectivo, que entienda que el yo y el otro son uno mismo.

Por eso es que decimos que esta no es una discusión menor. Por eso la oposición le huye al diálogo. Porque, como lo dijo el presidente Hugo Chávez y lo ha ratificado el presidente Nicolás Maduro, el diálogo es para ponernos de acuerdo en torno de la elaboración de las líneas fundamentales para la estructuración del nuevo Proyecto Nacional. No es para un nuevo reparto de cuotas de poder como ocurrió con el pacto de Punto Fijo.

¿Es ello posible? Nosotros pensamos que sí lo es.

Lo es porque -a diferencia del pasado-, con la Constitución Bolivariana ha sido posible el establecimiento de una nueva conciencia nacional, como mecanismo de integración social y cultural. Lo cual se expresa en hechos concretos como la convicción del ser social venezolano como sujeto fundamental de la sociedad. El ciudadano venezolano ha dejado de ser una abstracción, cuya realidad se materializaba solo ante una falsa igualdad ante la ley. El ciudadano venezolano de hoy, entiende que su igualdad solo es posible a través de la justicia social, por el pleno cumplimiento de sus derechos.

Pues bien, no faltará quien diga que abordar el diálogo a partir de estas formulaciones, no solucionará los problemas de escasez y especulación existentes.

No es verdad. No se pueden solucionar los problemas que hoy tenemos si no definimos lo que queremos ser. Desde finales de los años 30, de la centuria pasada, estamos hablando de la siembra del petróleo. Desde mediados de los años 70, de ese mismo período histórico, estamos hablando de superar la dependencia de la renta petrolera.

Por siempre hemos afirmado que vamos a dejar de ser importadores, pero tenemos unos empresarios “industriales” que siguen siendo importadores, a lo sumo, algunos son ensambladores.

Por proponernos transformar esta realidad es que se ha producido la desestabilización de la revolución.

En ese empeño la oposición no cesará. Porque tiene una visión monológica de la política y de la vida toda, ellos y más nadie. Un ellos individual, excluyente e inequitativo.

Esa es la razón de fondo de por qué hacen tantas piruetas ante la proposición del diálogo.

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