El diario plural del Zulia

Con el viento en contra, por Jesús Salom Crespo

El pasado lunes 18, en la Universidad del Zulia reiniciamos actividades académicas y administrativas. Con el optimismo y las carencias de siempre, afrontamos un escenario complejo y estresante signado por la más profunda incertidumbre. En lo político, la posibilidad (incierta) de un diálogo para establecer negociaciones en aras de asegurar una gobernabilidad que traiga paz y algo más que esperanza a una tierra tan sufrida. Unas conversaciones que se concreten o no tendrán repercusiones en la vida institucional de nuestra universidad.

En lo económico-social, el agravamiento de la crisis económica por los problemas harto conocidos que supone una profundización de la pauperización de la población y con ello elevarse la con ictividad social y el desborde de las pasiones. LUZ sería severamente afectada en su funcionamiento dado la insatisfacción del personal por el impacto nocivo de la inflación en los beneficios socioeconómicos, especialmente en el último trimestre del año, lo cual haría inviable el sostenimiento de su calidad de vida.

Las conocidas de ciencias y limitaciones de LUZ serán potenciadas por la falta de planificación del Gobierno al no establecer plan alguno de inversión en infraestructura, equipos e insumos y mejoramiento del personal académico. Se ha limitado a distribuir el presupuesto de pago del personal y para gastos de funcionamiento.

Cuando hablo de equipos me refiero no solo a lo medular, la investigación; sino también a la modernización de los equipos de computación para las tareas administrativas. El mejor ejemplo lo tenemos en el proceso de pago de los beneficios económicos de la III CCU realizado en el mes de agosto y supuso un formidable esfuerzo del personal responsable que renunció a sus vacaciones para centrarse en resolver este macroproblema y la presión por cancelarlos lo más rápido posible. Esa frenética actividad que ocurre con demasiada frecuencia, podría enfrentarse de manera más efectiva con computadoras más poderosas. No podemos adquirirlas.

Esta trágica situación, común a todas las instituciones, demanda con urgencia el entendimiento entre el Gobierno, las universidades autónomas y diferentes actores políticos, sociales y económicos para, de manera consensuada, establecer una política de Estado para el sector, sobre la base de objetivos claros y de qué manera el Gobierno y la sociedad coadyuvarán al cumplimiento de esos propósitos. No es una afirmación retórica ni complaciente, pero el futuro del país depende en buena medida de este encuentro. Se le debe a la universidad. A su autonomía y libertad académica.

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