El diario plural del Zulia

Carlos Ismayel // La formación política

Desde que inicié mis estudios de bachillerato, en el C.B.C Juan Antonio Padilla, de San Juan de los Morros, avanzaba a mi liceo con mi mochila llena de libros y mi cabeza plena de pensamientos y sueños para cambiar el mundo. Éramos unos muchachos armados de ilusiones que compartíamos las aulas de clases con las luchas de calle. Éramos unos peluitos decididos a participar en la política de entonces, que nada tenía que ver con la mal llamada “política” de estos días, sometida a la vergüenza que van dejando a su paso, los traficantes de esperanzas que juegan con la fe de una ciudadanía que ha llegado, peligrosamente, a dar por perdida su mirada, siempre apuntando, a una salida hacia la libertad de Venezuela. Mi despegue se produce al ser electo Delegado de Curso, y al año siguiente ya era el Jefe de la Fracción de Acción Democrática.

Con mis primeros pasos en la contienda estudiantil, fui en post de una posición en la directiva del centro de estudiantes. Esas refriegas cívicas y alegres, en medio de las confrontaciones naturales entre jóvenes, fueron el pivote para asumir, posteriormente, posiciones de comando en los cuadros de la juventud de Acción Democrática, desde el Comité Local, hasta la Dirección Juvenil Regional. De esas experiencias me quedó la formación política que recibimos en diferentes tiempos y espacios. Éramos encausados, primero en mi natal estado Guárico, de la mano del liderazgo que había ejercido Antonio Ledezma y posteriormente en los causes que estaba construyendo Héctor Alonso López, representando en la Universidad Alberto Carnevali con sede en la ciudad de Mérida, a conocer las corrientes de pensamiento que atravesaban el mundo, a debatir sobre los proyectos e ideas que se formulaban para superar las dificultades de la humanidad, porqué siempre la razón de nuestros esfuerzos era servirle a la gente.

En San Juan de Los Morros se desarrollaban cursos de preparación ideológica y programática. De esas jornadas evoco las clases magistrales del profesor Jesús Palmar Lara, que no dejaba de poner el acento en las virtudes que deben adornar la imagen de un dirigente político: 1. La honestidad y la ética como forma de vida, 2. La vocación de servicio al prójimo y 3. Estar formado para pensar, crear ideas y capacitado para defenderlas en tono y modo tolerante, y de extraordinarios seminarios que dictó José Ricardo Thomas.

En Mérida, compartí varios seminarios de capacitación con mis compañeros y amigos: Yuri Campos, Juan Carlos Delpino, Santa Sita Edward, Marianela Barradas, Raúl Yuset, Ernesto Sánchez Carmona, Alfonso Ocando, María T Acosta, Alejandro Campos, Alfredo Catalán, Hildemaro Villasmil, José Gregorio Loyo, Eder Hernández, Antonio Sereno y tantos otros. Eran cursos intensos que nos fueron moldeando en la convicción de que si no puedes imaginarte el mundo que deseas para ti y los demás, tampoco serás capaz de saber hacia donde aspiras orientar tus pasos. Fue en Mérida, en la querida UPAC, dirigida magistralmente por Luis Caraballo, en donde discutimos sobre los pilares de la Socialdemocracia, desatada de los dogmas que nos facilitan pensar mirando la realidad mas allá del limitante espacio que te aísla del mundo, ese mundo cada dia más complejo, interrelacionado e interdependiente. Debatíamos sobre la Economía Social de Mercado y también del indispensable desarrollo humano, si de verdad le poníamos acento social a nuestras tesis políticas.

Los jóvenes teníamos como referencias a los fundadores del partido que desde sus inicios plasmaron sus ideas en planes como el de Barranquilla o en libros como Venezuela, Política y Petróleo, escrito por Rómulo Betancourt en 1956. O sea que esos líderes aprovechaban cualquier coyuntura para formarse, escribir y exhibir desde el exilio sus reflexiones, tal como lo hace ahora Antonio Ledezma con su mas reciente obra escrita ¿DE DÓNDE VENIMOS Y HACIA DÓNDE VAMOS?

Mi recomendación a los jóvenes que tengan inclinación por la lucha política, háganlo, métanse en la política decente, pero no dejen de formarse para hacerlo lo mejor posible, ese libro de Ledezma es una extraordinaria herramienta, fundamental en estos tiempos de dictadura, porque en honor a la verdad, nos ilustra acertadamente y nos explica de dónde venimos y nos orienta hacia donde vamos.

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